Es una realidad que la economía en este país ha venido desacelerándose. Más allá de las cifras oficiales, en las conversaciones con empresarios siempre sale el tema: “Qué duro ha estado 2025” y “no creo que vayamos a lograr los objetivos” son el tipo de cosas que escuchamos constantemente.
Los resultados trimestrales de las empresas más grandes lo reflejan muy bien. Tres ejemplos: en los primeros nueve meses del año, los ingresos totales de Grupo Carso retrocedieron 2.6 por ciento, los de Cemex 3 por ciento y los de Soriana 0.2 por ciento. No son las únicas, y las que sí muestran avances, suelen estar reportando crecimientos de un solo dígito.
Después de un boom en el consumo después de la pandemia, la fiesta parece haberse terminado.
Sin embargo, hay al menos dos excepciones que sobresalen.
La primera es lo que está sucediendo con los bancos, y sobre todo con los más grandes. Santander México, por ejemplo, registró un crecimiento en su cartera de crédito de 12 por ciento en el tercer trimestre, mientras que Banorte —que ya de por sí es gigante— creció la suya 7 por ciento. Los bancos están haciéndose más grandes y, simultáneamente, se vuelven más rentables.
Esto obedece a varias razones. Una es que tienen años perfeccionando sus modelos de riesgo y que —gracias a la regulación y a los aprendizajes del pasado— son ahora organizaciones extraordinariamente institucionales. Esto los vuelve rígidos y conservadores, sí, pero a la vez les ha permitido acumular años y años de crecimientos compuestos.
Otra causa de estos resultados es el proceso de digitalización. Si hay una industria que se ha beneficiado por implementar tecnología para transformar su modelo de negocio, es sin duda la banca. Basta ver cómo han podido crecer sus operaciones exponencialmente en la última década, sin tener que extender su red de sucursales. El sistema bancario en México pasó de 4 mil 686 sucursales en 2004 a 7 mil 830 en 2024 —o sea, un crecimiento de 67 por ciento en 20 años. En ese mismo periodo, la captación total en el sistema avanzó más de 500 por ciento, la cartera total más de 600 por ciento y lo más impresionante: las utilidades totales de la banca se dispararon más de mil por ciento.
Están haciendo más, con menos.
El otro segmento que no podemos dejar de mencionar es el de los aeropuertos. En esta columna hemos hablado antes de lo rentable que ha resultado ser la operación de aeropuertos en México, algo que sucede en gran medida por cómo se diseñaron las concesiones.
Pero no es lo único. El otro factor esencial es cómo las aerolíneas de bajo costo —particularmente Viva Aerobus y Volaris— vinieron a transformar por completo el mercado de los viajes en avión en nuestro país. El número de personas que viajan en avión en nuestro país se disparó exponencialmente en los últimos 20 años, y la mayor parte de este negocio ha ido a parar no a las aerolíneas, sino a los aeropuertos. Sobra decir que estos siguen reportando resultados muy, muy buenos.
En este segmento está surgiendo ahora una oportunidad interesante: los aeropuertos que porcentualmente crecen más ya no son los de CdMx, Cancún, Guadalajara o Monterrey, sino los que están en lugares como Mexicali, Los Mochis y Morelia. En este sentido, no podemos dejar de mencionar la inversión que están haciendo Mota Engil y Altea Desarrollos —una empresa ‘hermana’ de este diario— para relanzar el Aeropuerto de Saltillo. El potencial que existe en ese tipo de regiones es tremendo.