La presidenta Claudia Sheimbaum dijo cuatro veces la palabra responsabilidad en su primer Informe. La primera vez cuando hizo referencia a su reunión con Marco Rubio, secretario del Departamento de Estado de EU, y dijo: “Hemos dejado claro que la base de este entendimiento es la responsabilidad compartida, la confianza mutua, el respeto a la soberanía y territorialidad y la cooperación sin subordinación”.
En la segunda hablaba de los ingresos del gobierno federal y deuda pública: “La inversión y el gasto público se ejercen con responsabilidad y honestidad, bajo la máxima de la austeridad republicana”.
La tercera mención fue al hablar de “la inversión pública como motor de bienestar y crecimiento con justicia”, y dijo: “La inversión pública no sustituye, sino complementa y potencia la privada, pero jamás renuncia a su responsabilidad central: garantizar que la prosperidad sea compartida, que el desarrollo sustentable llegue a todas y a todos, sin exclusiones”.
La última fue en el contexto de los avances en el Tren Interoceánico, y dijo que van “bajo la responsabilidad de los ingenieros de la Secretaría de Marina”.
La responsabilidad en el ámbito de lo público implica la obligación de poder explicar decisiones y acciones a quienes se sirve, es decir, a los ciudadanos. Estos deben exigir respuestas y rendición de cuentas, pero esa exigencia parte de la confianza.
Algo parecido sucede en la empresa, asumir la responsabilidad de las decisiones construye confianza con colaboradores, proveedores, clientes y accionistas, además mejora el desempeño, la productividad y la innovación.
La responsabilidad en lo público y privado cojea. De hecho, vivimos una crisis de agravio, señala Edelman en su estudio de confianza 2025, porque solo 36 por ciento de los encuestados en el mundo dice que la siguiente generación estará mejor; en los países más desarrollados solo uno de cada cinco encuestados tiene optimismo. Otro dato que muestra el agravio: 63 por ciento de los encuestados acepta estar preocupado por experimentar prejuicio, discriminación o racismo.
El agravio surge de un menor optimismo, de la preocupación y una confianza minada. Todo esto desgasta la visión de largo plazo, y la mejor vacuna es asumir la responsabilidad de nuestras acciones, rendir cuentas y ser congruentes.
En el ámbito de los negocios hay tres ces que integran la responsabilidad: claridad, comunicación y consecuencias. Sumaría una más: cooperación. También hay una que se evita con la responsabilidad: cinismo.
Esa responsabilidad compartida a la que se refirió la presidenta requiere mucha más cooperación para fomentar confianza, crecimiento y prosperidad. Todo empieza por asumir la responsabilidad de lo que hacemos y decimos, desde el puesto más alto en el ámbito público y el privado.