En el 23er Festival Internacional de Cine en Morelia, llevado a cabo del 10 al 19 de octubre del presente año, se proyectó una película que todos estamos esperando ver: Ávia, el jardín de la memoria, de Rodrigo Ímaz. La ficha del festival la describe como una obra de 86 minutos que aborda la vida de la abuela del director, así como su exilio de España y a partir ahí reflexiona sobre el derecho a la eutanasia.
Ávia, palabra catalana para “abuela”, es un reconocimiento que evoca tanto la memoria como la genealogía de Monserrat Gispert Cruells, abuela del director, quien siendo niña salió de Barcelona para llegar a México en 1941, como parte del éxodo de refugiados españoles, que fueron acogidos por el gobierno de Lázaro Cárdenas.
Asunción Álvarez del Río, quien ha dedicado toda su vida a reflexionar en torno a este tema, ha definido la eutanasia, como “la acción que realiza un médico para producir la muerte de un paciente, sin dolor, y a petición de este”. En ese sentido, para que un acto pueda ser considerado como eutanasia, hay ciertos requisitos: la acción tiene que ser llevada a cabo por un médico, la finalidad de la acción tiene que ser producir una muerte indolora al paciente y este acto solamente puede ser llevado a cabo a petición expresa del mismo paciente. Si alguno de esos tres requisitos faltan, no estaríamos hablando propiamente de eutanasia.
Que un documental de este tipo haya sido aceptado en un festival internacional de cine en nuestro país, es sumamente significativo; seguramente se trata de un magnífico documental, pero más allá de eso, marca una apertura a tratar este tema.
La propia presidenta Claudia Sheinbaum, ha abierto explícitamente la posibilidad de un debate en torno a la eutanasia, señalando que es un tema polémico y que siempre deben abrirse este tipo de temas al debate para ser discutidos.
Recientemente Uruguay legalizó la eutanasia y ya anteriormente lo habían hecho Colombia y Ecuador. En ese sentido en nuestro país hay un atraso respecto a este tema, lo cual es lamentable.
Esperamos que este documental pueda posicionar el tema ante un sector más amplio de la sociedad, para que esta práctica sea comprendida. La eutanasia es completamente opcional: quienes desean morir con su sufrimiento y de manera lenta, están en todo su derecho al así decidirlo. Pero quienes deseamos morir sin una agonía prolongada, también estamos en nuestro derecho de elegir ese tipo de muerte. En última instancia, la eutanasia es una cuestión de respeto a aquellos que no piensan igual.
No olvidemos que la eutanasia también atañe a las diferencias socioeconómicas en nuestro país. Quienes tienen los medios económicos para optar por ella, siempre pueden hacerlo, de manera un tanto clandestina, pero pueden hacerlo. Mientras tanto los pobres, los menos favorecidos, no tienen opción y mueren de manera lenta y prolongada, sin siquiera poderse plantear la posibilidad de otro tipo de muerte.
En nuestro país la eutanasia es una cuestión de la más elemental justicia social.