Política

¿Y si sí?

Un par de retrasos en una terminal aérea me permitieron dar cuenta de un libro crudísimo escrito por Joseph Zárate, titulado Guerras del interior, donde realiza una crónica impecable sobre la lucha sostenida por hombres y mujeres indígenas contra mafias, terratenientes y empresas que trafican, expolian y sobreexplotan la madera, oro y petróleo que yace en las entrañas de la selva amazónica peruana.

El primer capítulo arranca con una descripción en tiempo pasado de su protagonista: “Quienes lo conocieron dicen que Edwin Chota tenía una sonrisa amplia, exagerada, contagiosa, con un agujero visible por la falta de uno de sus dientes delanteros. […] El cazador asháninka Jaime Arévalo, miembro de la nación más numerosa de la selva peruana, se acordó de aquel diente ausente cuando desenterró el cráneo de su amigo”.

Durante casi una década, Chota entregó más de 100 cartas a diferentes instituciones estatales, reclamando los derechos de propiedad de los pobladores de Saweto, para evitar la tala ilegal. Hasta su último aliento se mantuvo firme, porque “para Edwin, la protección de los bosques era una lucha espiritual”. Siempre estuvo consciente del riesgo que ello implicaba, porque como dice Zárate, cada semana “son asesinados cuatro ambientalistas en el mundo”. Chota tenía claro que la muerte le perseguía como su propia sombra.

Traigo a cuento esta crónica que Joseph Zárate hace sobre la trama de injusticias que se tejen en las zonas indígenas del Perú, por las similitudes que hay con relación al caso de Ceci Flores, icono de la lucha encabezada por las madres buscadoras en México. Afortunadamente, después de su momentánea e inquietante desaparición, Ceci reapareció. Pero, ¿qué habría pasado si hubiese tenido el mismo destino que Edwin Chota?

La noticia hubiese reforzado, al menos, dos certezas: 1) México es uno de los lugares más peligrosos del mundo para reivindicar derechos humanos; 2) la corrupción que corroe a muchas instituciones gubernamentales ha provocado que en muchos lugares del país, la ley del narco y de otros grupos delincuenciales impere sobre la del Estado.

Gracias a Dios y a la terca fortuna, Ceci está con vida, de ahí que el Estado deba garantizarle –y garantizarnos– que no la perderá a causa de las cobardes amenazas y advertencias que injustamente ha venido recibiendo. Después de años de lucha es lo mínimo que una luchadora social de su estatura se merece. 

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Pablo Ayala Enríquez
  • Pablo Ayala Enríquez
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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