Las especulaciones coinciden en que Parolin, Turkson o Erdó no continuarán con el legado del papa Francisco, y que Luis Antonio Tagle o Matteo Zuppi podrían mantenerlo o, incluso, ampliarlo.
Independientemente de quién quede al frente del Vaticano, ¿qué convendría recuperar, mantener y extender de la herencia pastoral franciscana? A mi entender tres cosas: 1) el trabajo en favor de los pobres; 2) ampliar el protagonismo de la mujer en la Iglesia católica y 3) sostener la lucha por la conservación del medio ambiente. Y si bien todos estos asuntos son cruciales, me centraré en el último retomando la encíclica Laudatio Si’, porque desoírla significa jugarnos la vida futura en el planeta.
Más que una encíclica sobre ecología, Laudatio Si’ es una reflexión rigurosa sobre “la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica a las formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos […] [respecto a] la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida”.
Francisco propone tres tipos de ecología: una integral que posibilite el uso sostenible de los ecosistemas y evite cualquier menoscabo a la solidaridad y el civismo; una cultural que asegure los derechos de los pueblos y las culturas; y, una de la vida cotidiana que redunde en una mejora integral en la calidad de vida.
Después de analizar cómo el pragmatismo utilitario de la racionalidad económica erosiona el bien común, Francisco nos reta con una serie de preguntas profundas y directas: “¿Para qué pasamos por este mundo? ¿Para qué vinimos a esta vida? ¿Para qué trabajamos y luchamos? ¿Para qué nos necesita esta tierra? […] Ya no basta decir que debemos preocuparnos por las futuras generaciones. Se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos nosotros los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá. Es un drama para nosotros mismos, porque esto pone en crisis el sentido del propio paso por esta tierra”.
Esperemos que el Espíritu Santo ilumine el cónclave para no desandar lo avanzado. Dar marcha atrás sería un nuevo drama vaticano, el cual, por cierto, se sumaría a los que vivimos en este lado del mundo.