El primer Informe de Clara Brugada llega con Ciudad de México en una etapa de esplendor. La capital vive un momento de euforia urbana: los mejores restaurantes de América Latina, una vida nocturna vibrante, hoteles a la altura de las grandes urbes y una agenda cultural que no descansa: es “la ciudad de los museos”.
Desde la Fórmula 1 hasta los conciertos multitudinarios en el Zócalo u otros auditorios con personalidades de talla internacional, la ciudad se mira a sí misma como lo que es: una metrópoli que ha conquistado la atención del mundo: 50 millones de visitantes al año.
Detrás de esa vitalidad hay una apuesta política. Clara Brugada no solo presentó cifras, presentó una narrativa: la ciudad como rostro visible de la “transformación”. Con finanzas sólidas, calificación crediticia triple A y 44 mil millones de pesos en inversión pública, el gobierno de Brugada busca demostrar que la austeridad puede convivir con el desarrollo. El crecimiento económico de 3% y la inversión extranjera récord de 19 mil millones de dólares refuerzan esa imagen de potencia moderna. Pero toda ciudad que presume de fuerza también debe cuidarse de la soberbia: el desafío está en que ese brillo alcance a todos.
Según el Informe —en materia de seguridad—, los delitos de alto impacto se redujeron 60% y los homicidios 50% respecto a 2019. Se dio cuenta de 115 mil cámaras del C5 y 3 mil 500 nuevas patrullas. Cifras alentadoras, aunque todavía estén lejos de borrar la desconfianza que habita en muchas colonias. Brugada, que viene de gobernar la alcaldía de Iztapalapa, lo sabe: la paz no se decreta, se construye todos los días.
El cablebús, los trolebuses eléctricos, las ciclovías y el Metro renovado simbolizan un nuevo orden urbano que apuesta por la movilidad limpia y la conectividad social. Las Utopías, premiadas por la ONU, intentan cerrar la brecha entre el oriente popular y el poniente próspero, recordando que la justicia territorial también se mide en kilómetros de calles pavimentadas.
Con el Mundial de 2026 en el horizonte, la capital se prepara para su examen global. Clara Brugada tiene el reto de mantener a la ciudad viva, segura y orgullosa, sin caer en el exceso del escaparate. Porque en la política —como en la ciudad misma— el brillo puede ser pasajero, pero el poder se mide cuando la luz propia sigue encendida con los reflectores apagados.