“Hay alguien más oprimido que el obrero, y es la mujer del obrero”.
Tan cierta esta frase y sin embargo tanto que analizarle también: ¿Por qué tenemos que ser de alguien?
A través de un vínculo amoroso se nos despoja de la individualidad y se nos nombra diferente.
Cuando tenemos esposos somos la mujer de. Cuanto tenemos hijos somos la mamá de.
Dejamos de ser un ser individual con metas, aspiraciones, sueños y sentimientos únicos.
Ése es el problema. Nos despersonalizan tanto, con unas pocas palabras que a la sociedad de se le olvida que existimos, aún más, lo hacemos resistiendo al capitalismo patriarcal.
Somos las mujeres las que sobrevivimos con pensiones paupérrimas, el 20% del esfuerzo del otro responsable de una vida en común, mientras nosotras ponemos el cien por ciento en la crianza, el cien por ciento de nuestros dos trabajos y el cien por ciento en el emprendimiento.
Si lo sumamos es un 400% y el del progenitor es un triste 20%.
Hacemos eso mientras él sí se desarrolla profesionalmente, sí es libre de irse al gimnasio, salir con amigos, empezar una nueva vida en pareja y en pocas palabras, libre de ser una persona individual, estando nosotras esclavizadas en nuestro papel de madre.
No muchas mujeres se quejan realmente de ser madres sino de como la sociedad nos trata a las madres, como si no debiéramos ser otra cosa, como si exigir el 50% en todo al padre ausente fuera una afrenta directa al status quo de las cosas, como si querer un espacio de desarrollo profesional, de respirar, de reconocimiento individual fuese un crimen absoluto.
Las mujeres que somos madres estamos acostumbradas a encontrar soluciones creativas para poder tomar el trabajo de nuestros sueños, para malabarear tres turnos, para alimentar con cien pesos, pero, ¿Por qué tendríamos?
Nuestra maternidad prospera aun en la más absoluta injusticia. Nuestra salud mental desaparece y merma año con año, mientras lidiamos con deudas, falta de guarderías, pensiones ridículas y falta de oportunidades.
Aún las madres con un “buen trabajo” tienen que llegar a horas altas de la tarde noche solo para recibir a sus hijos del cuidado de otros y llevarlos a dormir. ¿es que no se dan cuenta que el problema de salud mental a nivel mundial, la drogadicción, el embarazo adolescente y prácticamente toda la descomposición del tejido social proviene de la ausencia involuntaria de madres que trabajan triples turnos para alimentar a sus hijos?
Si queremos crecer una sociedad más sana debemos mirar a las madres, crear políticas públicas que protejan sus empleos, su acceso a la educación, que promuevan el home office, las pensiones justas, las guarderías en espacios laborales y los medios turnos laborales con salarios decentes.
Estamos ante una crisis social cuya solución reside en algo que se han negado a hacer desde siempre: mirar a las madres.
Mírenlas, que en hacerlo reside la solución a muchos de los problemas que urgen ser abordados.