Me subo al podio hoy para decir:
Que estoy hasta la madre de lactar durante siete años seguidos.
Que jamás quise comprar ropa de maternidad, como una legítima defensa de mi identidad individual.
Que nunca dejé que mis hijos tocaran mis pechos sin permiso.
Que hacemos viernes de pizza y películas, y yo aprovecho para descansar.
Que cuando mi primer hijo tenía cuatro meses, casi me corren de un club de maternidad por llevar papas sabrías naturales y panqué porque mi lógica decía que iba acorde con la invitación que pedía alimentos "naturales".
Que un día me tocó una madre que en vez de ayudarme se burló de mi y me escribió en un mensaje que yo no podría sacar adelante mi negocio.
Que mucho tiempo cuidé mis palabras para encajar con las tribus de mamás.
Que cuando fundé mi tribu, me creí todo lo de la Tribu moderna, aún cuando otras más listas aprovechaban mi trabajo desinteresado para fortalecer sus intereses, dejándome varias veces en ruina emocional.
Que me es emocionalmente imposible todavía jugar con mis propios hijos.
Que trato de cubrir esa carencia leyendo y haciendo manualidades.
Que sobreviví por ellos, y ahora trato de vivir por mí misma.
Que me fortalece sentir que recuperó mi identidad individual y a veces me siento mala madre, porque no deseo ser la MADRE DE, siempre y en primer lugar.
Que me da vergüenza que sepan que aún me duele el desdén, de personas con quienes materné mucho tiempo y de repente ya no están más en mi vida.
Que amo parir, pero la Crianza me ha sacado tantas sombras que no volvería a hacerlo.
Que el parto es la sensación más poderosa, transformadora y emancipante que he vivido.
Que la lactancia es una sensación de poder que emerge como chispa y que a veces, quema.
Que la lactancia es agotadora, y que elegirla en libre albedrío y consciencia es requisito para maternar tranquilas.
Que no cambiaría ni renunciaría a mis lactancias.
Que sí me fastidia mi cuerpo. Me fastidia no poder mirarme la vulva facilmente, porque la diástasis y la obesidad no se han ido.
Ni se irán, porque soy demasiado condescendiente conmigo y mi única recompensa al trabajo 24/7 es la comida.
Que a veces paso días sin mirarme el cuerpo. O días sin bañarme, sin comer frutas o verduras.
Que la sensación de merecimiento es una ruleta rusa en mi vida, y me da miedo que mis hijos lo noten.
Que mucho tiempo cuidé que no se me notaran mis ideales para no alejar clientes potenciales, cuando ya vendía herramientas de Crianza como Profesional.
Que me aterra criar hijos varones. Y casi es la razón por la cual asumí la necesidad de ser feminista.
Que jamás me leí entero un libro de Crianza por gusto. Hice todo por instinto y a mi modo.
Que me salté casi la etapa de desear ser la mamá perfecta, porque en mi caso fue más como una carrera de sobrevivencia.
Que criar es lo más maravilloso que le puede pasar a las mujeres que eligen hacerlo, pero aun así es difícil, solitario y desigual en muchos sentidos.
Que te sentirás transparente, anulada, cansada todo el tiempo, y a la vez no habrá momento de mayor fortaleza.
Que hablar ayuda, aceptar estar hasta la madre es vital y el sostén de la Tribu cobija y acompaña.