Desde el 20 de julio en Aguascalientes el titular de Gobernación, Adán Augusto López, al ser advertido por el INE de sanciones por actos adelantados de campaña, minimizó el hecho y de manera arrogante señaló: “no importa si me corren, al INE ya lo van a desaparecer los diputados”. A ese grado llega el menosprecio y la seguridad de que el órgano electoral mexicano tendrá que ser sometido. Ahora, la amenaza se torna más clara. El propio funcionario, pretextando visitar a las legislaturas locales, se ha dado a la tarea de “concientizar” sobre los principales aspectos de la reforma electoral pretendida por el presidente de la república. Y, con autosuficiencia evidente, de hecho, ha anunciado que dicha reforma procederá puesto que los cambios constitucionales requeridos, que necesitan mayoría calificada, contarán con el apoyo del PRI y de “algunos” panistas. Y aunque los priistas se apresuraron a desmentirlo y los panistas han refrendado su voluntad de sumarse socialmente en defensa del INE, el dirigente tricolor por ejemplo no tiene palabra segura y no sabemos si, en verdad, ya estamos al borde de la caída de la democracia mexicana.
Al INE, sin embargo, se le han ocurrido algunas malas ideas. Una de ellas haber realizado una consulta “de rutina” para conocer si la gente apoya o no la reforma electoral de López Obrador, con preguntas como la de si está de acuerdo con que disminuyan diputados, senadores, el propio gasto del instituto, o si deberían ser electos por voto ciudadano sus consejeros. El resultado es obvio. Y tras el fiasco, se esconde la encuesta y luego el titular Lorenzo Córdova cantinflea y, por lógica, cae fácil en la cueva del león. Pese a ello, lo cierto es que los puntos cruciales sí son una amenaza, quizá la más grande hasta ahora, que vive la democracia en el país. ¿Por qué? Veamos algo.
La idea de que los consejeros sean electos por voto luce atractiva pero la trampa está en que lo serían de una lista presentada por los tres poderes. Es lógico que el Ejecutivo propondrá la suya con incondicionales, el Legislativo actual, con otros de igual perfil de proclividad y del Judicial, algunos sí y otros no porque su estructura está muy dividida y poco a poco también el Ejecutivo se empieza a enseñorear. Total, un INE sin profesionalismo, pero con mucha inclinación hacia la voluntad del poder en turno, o sea el de AMLO y Morena. Escoger entre los ya previamente escogidos pues no tiene nada de democrático. Similar o peor caso es el de los diputados que ahora se pretende sean electos de una lista que hoy identificamos como plurinominal. Es decir, la que de manera anticipada formularían los partidos. Aquí, se elegirían individuos favoritos de los organismos políticos, pero no, rotundamente no de las simpatías de los ciudadanos. La idea de la genuina representación popular quedaría definitivamente muerta.
Naturalmente que los embates están a la orden del día. Córdova, en su caso, con el tema de la consulta, perdió terreno en forma absurda, sobre todo cuando había despertado tanto respaldo el INE ante el ataque de la titular de Derechos Humanos, Rosario Piedra, quien no tuvo empacho en mostrar una vez más su verdadero carácter de lacaya del presidente. La otrora CNDH quizá no llegó a tener tanto poder como para mover y remover estructuras públicas, pero al menos significaba la voz del que grita por justicia y respeto a sus derechos. Ella lo acabó, siguiendo las reglas ordenadas desde Palacio y aunque su propio Consejo desconoció su postura, deja a la Comisión en entredicho, más de lo que ya estaba.
Ahora se prepara una marcha para el día 13 en la que se busca una presencia fuerte de la sociedad civil en defensa del INE. A ella se han integrado organizaciones de muchos tipos, incluyendo las de tipo político. Desde luego que el presidente, su partido y sus aliados, minimizarán sus números de asistentes y su real efecto. Y quizá hasta hagan otra para llenar tres zócalos con sus seguidores para apoyar la iniciativa presidencial. Lo único real es que no sabemos qué se cocina detrás de las paredes del Congreso y las presiones que se ejercen para doblegar a los suficientes opositores para votar por la reforma del presidente. No habrá mucho que esperar para saberlo, pero, si en verdad es como dice el secretario Adán, todo está ya arreglado con el PRI (tal vez con algunas excepciones) y “algunos” más, como panistas u otros que esperan dar el “brinco” chapulinesco, México vivirá uno de sus retrasos más graves desde hace más de tres décadas. El “democraticidio” anunciado por el mismo gobierno, nos pondrá en el filo del poder más autoritario concebible, o la “dictadura perfecta” que nos puso de mote alguna vez Vargas Llosa y que vuelve a tomar vigencia.
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