Cultura

Monterroso, el eclipse y otras fábulas

Este texto se iba a llamar “La vaca” o “La oveja negra” o “La rana” —sin duda auténtica— pero no, porque hoy es el día del eclipse y Augusto Monterroso lo incorpora en uno de sus primeros libros Obras completas y otros cuentos (1959). El relato, microficción o fábula no excede de una página y es una de las prosas más celebradas del narrador guatemalteco. Si es necesario definirlo en una palabra, acaso la más acertada es descolonización. Es una estampa que, en cierta forma, dignifica el carácter cultural de los pueblos mesoamericanos frente al estudio de la astronomía y descubre, a todas luces, la visión estrecha que permeó en ciertos religiosos con la encomienda de evangelizar, reconquistar, redimir y, claro está, devastar.

El humor monterrosiano queda a la vista para resaltar la crítica ante la ignominiosa labor de un aniquilamiento cultural que se llevó a cabo en nombre de la monarquía española, de la religión católica o de la fiera fe, según quiera verse. ¿Quién resulta más ignorante fray Bartolomé Arrazola o los nativos en una selva guatemalteca?, ¿le sirvió al religioso tener conocimiento aristotélico sobre los eclipses?, ¿sus captores sabían más de estos extraños fenómenos de la naturaleza?

Monterroso en este ejercicio contra el colonialismo, hace que el evangelizador intente engañar a sus opresores que, en este caso, son los pobladores indígenas. Sin embargo, al menospreciar la capacidad cultural de los pueblos originarios, su visión estrecha lo conduce a un desenlace fatídico. ¿Quién acaba obteniendo una lección de vida?

El 12 de octubre de 1982, Gabriel García Márquez recibió el premio Nobel de Literatura. En su discurso de acogida al galardón, hace alusión a los cronistas de Indias como Antonio Pigafetta y Alvar Núñez Cabeza de Vaca, quienes atribuyeron un carácter místico a América, “y esas impresiones se deben a la desmesura y riqueza que observaron en el paisaje”. Escenas que parecen haber emergido del realismo mágico o de mundos inexplicables.

¿Acaso las cosas y hechos que menciona García Márquez sobre Latinoamérica —animales, plantas, visiones quiméricas— parecen salpicadas de ironía como las fábulas y cuentos de Augusto Monterroso?

En ese discurso memorable, Gabo se asume un inventor de fábulas y puntualiza: “Nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie pueda decidir por otros hasta la forma de morir, donde de veras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a Cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

La oveja negra y demás fábulas. Augusto Monterroso. Era. México, 2023.
La oveja negra y demás fábulas. Augusto Monterroso. Era. México, 2023.

Resulta curioso comparar a un escritor de obra voluminosa como lo es García Márquez, con la parquedad de Monterroso. No obstante, ambos son fabuladores, defensores de oprimidos, visionarios, idealistas, con sentido del humor. En la contraportada de La oveja negra y demás fábulas puede leerse una opinión de Gabo: “Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad”.

De esta Oveja negra emergen plantas carnívoras —asqueadas de su condición— que deciden volverse vegetarianas y entonces se comen unas a otras, “y viven tranquilas, olvidadas de su infame pasado”. En otro de sus relatos, un espejo de mano que, cuando permanece solo y nadie se ve en él, se deprime y empieza a sentir que no existe; también se da cita a una rana que se empeña en ser auténtica y hace todo lo que los demás señalan y aprueban de ella, incluso quedarse sin vida para lograr “oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo”. Otro caso, no menos pintoresco, es cuando un caballo imagina cómo es Dios; no lo vislumbra como otro equino, sino como un jinete galopando en un brioso corcel. Y a ellos se suma la versátil pulga insomne, quien al hacer un paréntesis en la lectura, piensa en su oficio de escritor y, “viendo largamente el techo, por breves instantes imagino que soy, o que podría serlo si me lo propusiera con seriedad desde la mañana”. Un paréntesis de Kafka, Joyce, Cervantes, Catulo, Swift, Bloy, Thoreau, Sor Juana, más nunca Anónimo.

Para escribir La oveja negra y demás fábulas, Monterroso acudió varias ocasiones al zoológico de Chapultepec con el propósito de observar el comportamiento de los animales que más lo inspiraron. Por otro lado, Punta de plata se gestó a partir de un trabajo gráfico de Héctor Xavier (artista plástico), quien retrató a lápiz los animales del zoológico de Chapultepec que más llamaron su atención; luego vino la prosa de Arreola, cercana al ensayo breve, con un poco de ficción. Es un título que tuvo una génesis complicada, pero que una vez que lo terminó Arreola, dio muestra de sus habilidades como un gran ejecutor del bestiario. En el arca de Juan José Arreola, el primer animal que llegó fue la cebra: “toma en serio su vistosa apariencia, y al saberse rayada se entigrece”. Después subieron el rinoceronte, aves acuáticas, el hipopótamo, la hiena, el bisonte, cérvidos, aves de rapiña, el avestruz, el carabao, el búho, la jirafa, el oso, el elefante, camélidos y, por último, los monos.

En Monterroso también hay monos, incluso el escritor en ocasiones elabora una sátira de sí mismo a través de los primates. Cada narrador comparte un enfoque sobre la jirafa: mientras que para Arreola es una oportunidad de empoderar a los niños; en Monterroso, este animal aprende que todo es relativo y que en realidad no es tan distinto a los demás, así que no debe sentirse fuera de lugar.

En alguna parte de nuestra epidermis queda marcado, seguramente con tinta indeleble, el número de eclipses que presenciamos a lo largo de nuestra vida.

En Arreola no hay pasajes eclipsados; con Monterroso, sí. Y los aplaude García Márquez.


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • mcambriz@hotmail.com
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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