Cultura

La “ficción especulativa” de Rivera Garza

Desde 2016, año en que se publicó Había mucho humo, neblina o no sé qué, Cristina Rivera Garza (Matamoros, Tamaulipas, 1964) ha impregnado su prosa de periplos, incesantes travesías —internas o externas— que la reencuentran con seres que ya no están o describen parte de su historia. Viaja para encontrar a Rulfo, a Revueltas y el movimiento obrero en su Autobiografía del algodón (2020), a su hermana Liliana a través de su diario y de recuerdos de infancia como lo hizo en El invencible verano de Liliana (2021). “El viaje de ida siempre importa menos que el viaje de regreso. […] Ulises se encargó de enseñarnos eso”, escribe Rivera Garza.

Terrestre. Cristina Rivera Garza. Random House. México, 2025.
Terrestre. Cristina Rivera Garza. Random House. México, 2025.


En cierta forma, Terrestre es el tercer libro donde aparece Liliana, la hermana de Rivera Garza que fue asesinada por su expareja, cuyo crimen aún ha quedado impune. Liliana figura primero en la Autobiografía del algodón, durante esos largos recorridos que hacían en automóvil al norte del país para visitar a su familia, en medio de huizaches y tierras áridas. Luego ella misma narra su historia en ese verano que Rivera Garza piensa que escribieron a cuatro manos, considerando el rescate del diario de su hermana. Y ahora aparece de nuevo en algunas de estas crónicas, en un nosotras, las garzas, cuando se refiere a ciertas aventuras. También aprovecha una cita al poema de Kim Hyesoon para que en “Pajarracas” desfilen una serie de señales y pesquisas a las aves. “La poeta es un ave con tacones que camina porque está avergonzada de sus alas tan grandes”, anota.

Terrestre es un libro feminista que erige puentes entre el presente y el pasado de la escritora. Recuerdos de infancia, confabulaciones. Se viaja para que lo vivido se incorpore a la escritura. Los textos están unidos por dos elementos en común: la necesidad de desplazarse entre la Ciudad de México y otros sitios; y por dar cuenta de cómo vive una transformación en su recorrido. “Los viajes sirven para conocer las costumbres de los distintos pueblos y para despojarse del prejuicio de que sólo en la propia patria se puede vivir de la manera en que uno está acostumbrado”, dice René Descartes.

El libro está integrado por siete textos que oscilan entre la crónica de viajes y las memorias. Ya lo ha mencionado Rivera Garza, para ella “escribir es sedimentar”, por eso dice que realiza un tipo de escritura como si separara partículas sólidas de un fluido. No obstante, la novelista ahora llama a su escritura “ficción especulativa”, y eso lo toma del psicoanalista argentino Néstor Braunstein, quien dice: “Si hay memoria, hay ficción”.

Más allá de sedimentaciones y de especulaciones, con este libro Rivera Garza lanza un guiño a su primer libro de cuentos La guerra no importa (1991), en cuyas páginas aparece por primera vez Julia O’Bradeigh, activista irlandesa. La crónica se publicó inicialmente con el nombre de “Tres tardes de lluvia con Julia O’Bradeigh”, en la edición de Gatopardo, el 7 de junio de 2023. Y ahora en el libro se titula “El significado de la lluvia”, relato que expone lo que tienen en común Belfast y la Ciudad de México. Con esa lluvia pertinaz, la narradora da la bienvenida a sus lectores, moviéndose por tierra —tren, automóvil y autobús— la mayoría de las veces. Los textos más logrados son “El significado de la lluvia”, “Sol de otro planeta”, “Práctica de campo”, “Pajarracas” y, acaso, un ejercicio de deconstrucción titulado “Los leones no están acá”. Los demás no resultan ser tan afortunados. A veces volver la vista al pasado y recuperar correrías de juventud, momentos que se tienen almacenados como irrefrenables, cuando se pasan al papel no siempre derivan en lo que se desea: “El alcohol. La marihuana. Hubo un tiempo para bailar y para marearse, para aplaudir y tararear entre dientes y junto con otros you got a fast car and I got a plan to get us out of here. Hubo un tiempo para regresar, meditabunda y rendida, a la tienda de campaña donde, bajo el sol de medianoche, la chica anotaría: No sé qué hago aquí”.

A la autora le interesa mucho que no se pierda de vista su movilidad: va de un lado al otro, como si fuera una consigna de vida contra el sedentarismo. Y en esas ganas por deambular por todas partes que proporciona la juventud, leemos a una Rivera Garza entusiasta, sagaz, a veces sin un rumbo fijo y otras tantas en medio de complicidades, amistades, sororidades. Recuerda que no es lo mismo cuando una mujer camina o viaja que un hombre, por esa razón en un momento determinado debe portar una sudadera lo suficientemente amplia para ocultar la cintura y el pecho definidos, pues así se sentirá más cómoda, menos juzgada por miradas y, tal vez, así logre evitar comentarios. Porque el cuerpo oculto en ese tipo de ropa resulta ser un escudo protector, un camuflaje, algo que ningún hombre se verá obligado a utilizar.

Los bríos feministas de Rivera Garza pueden acentuarse todavía de una mejor manera. A veces es casualidad que ella y su acompañante (Liliana o amiga) conozcan el apellido Carrillo Puerto por Elvira Carrillo Puerto, quien llevó a cabo el primer congreso feminista que hubo en México, en 1916. Y aquí resulta inevitable no pensar en Vivian Gornick como referencia en la escritura de Rivera Garza, o la propia Joan Didion a quien alude en uno de sus pasajes. No obstante, a la escritora le hace falta que incorpore más elementos que transiten de lo general a lo particular y no sólo se centre en la historia personal, esa crónica de días y noches desventuradas. Lo ha hecho en otros de sus libros, quizá no tuvo suficiente tiempo para aderezar su prosa con frases como esta: “Las decisiones más importantes suelen tomarse en un abrir y cerrar de ojos, a escondidas de una misma”, pues resultan ocasionales.

Algo que es necesario reconocer es el ritmo que alcanza su prosa. Hay momentos que las frases breves le imponen una resonancia a su escritura, como si de tanto practicar el senderismo se cansara y tuviera que hacer una pausa para jalar aire. O, a la inversa, hay una imperiosa necesidad de elaborar una descripción, narrar, hablar, tocar con la palabra. Y cuando lo hace, también toca a la naturaleza, a la obstinada luz veraniega.

Mary Carmen Sánchez Ambriz

@AmbrizEmece


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • mcambriz@hotmail.com
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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