Cultura

El placer de la escritura en Lucia Berlin

Lucia Berlin (Alaska, 1936-California, 2004) tenía los ojos azules y cierto parecido con Liz Taylor. Era jovial, alegre, emprendedora y empática. Sabía que el mundo estaba erizado de peligros, esos que debía sortear. Ella es una narradora atípica que, por azares del destino, tuvo más lectores después de su muerte.

Por iniciativa de Lydia Davis se inició el rescate de cuentos, diarios y cartas de Lucia Berlin, quien tuvo una vida errante, caótica, incierta. Recorrió varios países del continente americano en compañía de su familia, de su pareja en turno y de sus ganas de vencer cualquier adversidad. Sus hijos recuerdan que pasaba las noches frente a la máquina de escribir, haciendo sonar el teclado hasta la madrugada y dándole la bienvenida al nuevo día aún sin haber puesto la cabeza en la almohada. Después se reponía de esas horas de sueño acumulado, de la necesidad de escribir en ese instante y corregía, editaba, reescribía.

Se contagió de la imperiosa necesidad de volver ficción escenas que se engarzan con su pasado y presente. Observa a las personas con la certeza de que encontrará algo distinto en su mirada, en su forma de hablar y de expresarse; para su sorpresa, lo halla en los pequeños detalles, en su conversación, en cada uno de sus movimientos. Edifica historias sencillas, sin complicaciones; no obstante, eso no quiere decir que carecen de interés y resonancia en los lectores. Escribe bien, a diferencia de otros autores; respeta la inteligencia del lector, situación que se agradece y aprecia; y confecciona personajes que saca de la vida cotidiana: los inserta en su literatura. No escribe para vaciarse y quedar exhausta de una serie de acontecimientos, sino para compartir ese acercamiento —en primer plano— a los seres humanos que en apariencia no llaman la atención y que viven una vida común y corriente, pero que guardan sueños, preocupaciones, manías, inquietudes subcutáneas o a flor de piel que los motivan a ser de una manera distinta, a mirar las cosas desde otra perspectiva. Esos son los personajes que, delineados por Berlin, hacen de sus cuentos un deleite.

Muchos escritores coinciden en que la sencillez siempre traerá buenos resultados. Pero luego parece que no toman en cuenta esto que tanto pregonan.

Es una autora pulcra, fija su atención en las mujeres que no la pasaban bien o que no saben expresar su incomodidad ante la inequidad de género. Rostros de mujeres migrantes que han tenido que soportar duras jordanas de trabajo, malos tratos, injusticias y hasta alguna violación de parte de sus jefes. También resalta los rasgos de sensibilidad cuando los hombres maduros ya dejan de jugar al conquistador y entonces se permiten ser tiernos, bondadosos, empáticos con los demás y, en especial, con su esposa.

Para Berlin, según apunta, el placer de la escritura reside en el lugar que Charlie Parker llama el silencio de las notas. “A menudo mis relatos son como poemas o diapositivas que ilustran un sentimiento, una epifanía, el ritmo de una época o una ciudad. Un aroma o una risa pueden desencadenar recuerdos que cristalizan en una historia, aunque la fuente de inspiración para mí suele ser visual. El temblor de una mimosa amarilla, el perfil de un rostro será absolutamente lo único que lleve conmigo a la página en blanco. Sería estupendo si a mi paso pudiera ir tropezando con cajas de hojalata o cachorros de pequinés que me inspirasen a escribir una historia, desde luego, pero la imagen debe conectar irremediablemente con una experiencia concreta e intensa. […] Para que la historia funcione, la escritura debe diluir o congelar el impulso inicial. De algún modo debe producirse una mínima alteración de la realidad. Una transformación, no una distorsión de la verdad. El relato mismo deviene en la verdad, no solo para quien escribe, también para quien lee. En cualquier texto bien escrito lo que nos emociona no es identificarnos con una situación, sino reconocer esa verdad”.

Varias de esas verdades quedan a la vista en sus textos. Después de Lydia Davis, uno de los hijos de la escritora, Jeff Berlin, continuó con la ardua tarea de poner en orden los papeles perdidos de su madre. Estos cuentos, ensayos y fragmentos de diarios hubieran quedado a la deriva si no hubiera sido por la labor incansable de Jeff Berlin, quien con sumo cuidado se encarga de proporcionar datos de cada texto en la presente edición. La correspondencia entre amigos y familiares, las publicaciones en distintos periódicos y revistas, los recuerdos, hacen que el hijo de la escritora elabore una cronología que incluye vida y obra.

Lucia Berlin. Una nueva vida. Alfaguara. México, 2023.
Lucia Berlin. Una nueva vida. Alfaguara. México, 2023.

En 1991, ella viajó a Cancún a pasar unas vacaciones con su hermana Molly, quien se casó con un político mexicano, y vivía con sus hijos en Ciudad de México. En ese mismo año, Lucia Berlin regresa a la capital mexicana a apoyar a su hermana que ha sido diagnosticada con cáncer de seno. El padecimiento de Molly lo retrata en varios de sus cuentos, así como referencias al paisaje y la cultura de México. Los ojos de la escritora no son los de una turista que se engolosina con casi todo, sino los de una mujer que se maravilla en notar las diferencias de las personas, y en reflejar cómo se comportan dependiendo del estrato social al que pertenecen. Así llegó a vivir a un departamento en la colonia Del Valle, en la calle de Amores 857, en compañía de su hermana Molly, y sus sobrinos Patricio, Andrea y Mónica. El ex marido de Molly era Patricio Chirinos, militante priísta, quien ocupó cargos políticos en el gabinete de Salinas de Gortari y después se convirtió en gobernador de Veracruz.

Los relatos “Fuego” y “Del gozo al pozo” están inspirados en esa temporada que Berlin vivió en Ciudad de México, en los días que solía ir al mercado de Coyoacán en compañía del chofer que trabajaba con la familia de su hermana. El chofer, en la ficción, se llama Ceferino y despierta en la escritora curiosidad por su forma de ser. Ella dice que le responde con aforismos, pero en realidad son refranes. Lucía terminó por coleccionar una lista de frases populares que emitía Ceferino a la menor provocación, siempre con respeto y estima hacia la hermana de su patrona. También llamó su atención la seguridad del chofer al colocarse en doble fila o no respetar ciertas señales de tránsito, como si gozara de un privilegio. “Coche y conductor corrían de parte del exmarido de Sally [Molly], un alto cargo político del PRI, así que Ceferino podía aparcar donde quisiera” (pág. 140).

En esa misma narración que aborda los últimos días de su hermana, cuenta que su sobrina en una ocasión, cuando Salinas de Gortari se detuvo en su mesa, lo saludó “blandiendo una pata de pollo y con un ¿qué pasó?” Otro momento en donde aparece el expresidente es cuando él estaba organizando su gabinete. “El ministro [Chirinos] entraría en campaña para ser gobernador de un estado al sur. Se eliminaba el Departamento de Ecología, sustituido por el de Urbanismo, encabezado por Colosio, que sería el próximo candidato a la presidencia”. El chofer le revela a Lucia su angustia porque, cuando fallezca la señora, se va a quedar sin trabajo y lo que más le preocupa es que su hija, Lydia, ya ha perdido su trabajo como secretaria. Ella le sugiere que se quede con Colosio y él responde: “No. Se deshizo de todas las mujeres. Secretarias, telefonistas, mujeres de la limpieza. Dice que siempre causan problema” (pág. 151).

El chofer le solicitó a Chirinos que le ayudara a conseguir un puesto en su campaña, pero el político respondió que “esos puestos tenían que ser para los ciudadanos nacidos en el estado”. Y aunque don Ceferino llevaba demasiados años al servicio de la familia, el político se limitó a expresarle: “Así es la vida”.

Tanto la vida de Lucia Berlin como sus relatos y reflexiones no se pueden resumir en unas cuantas líneas. Habrá que dedicarle más espacio a sus aportaciones.

Mary Carmen Sánchez Ambriz

@AmbrizEmece


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Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • Mary Carmen Sánchez Ambriz
  • mcambriz@hotmail.com
  • Ensayista, crítica literaria y docente. Fue editora de la sección Cultura en la revista Cambio.
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