Hay ciertos códigos que son base para hacer república y dentro de ella rescatar lo ciudadano, si aún nos interesa. Su condición, la ciudadanía, es materia primordial de lo político, pero en la política mexicana, a diferencia de lo que ocurre en otros lugares donde es pilar fundacional, su nombre se pronuncia poco.
El individuo-ciudadano se relaciona con la cosa pública y la cosa pública se sostiene por un acuerdo compartido de deberes-obligaciones con el individuo. La república, por medio de su gobierno, le garantiza su condición para no ser devorado por la masa con la que pierde su naturaleza. ¿Por qué? porque el espíritu democrático le tiene en primer lugar, su voz se toma y hace suma con la de sus pares —hay que considerarlos tales, lo que tampoco sucede—, quienes jamás lo deben anular por ser mayoría ante él.
En la relación de garantías que hacen Estado, éste debe ejercer sus responsabilidades sobre la territorialidad, hacia ciudadanos y no ciudadanos. Los que se encuentran al interior de sus límites. Lo que piensan y a veces publican.
Son varias las fallas republicanas que convergen en situaciones aparentemente inconexas: la absoluta inacción del orden público frente al vandalismo en la UNAM y tibieza de sus autoridades; la retórica que defiende esa inacción; el acoso a periodistas; la orden a una ciudadana a disculparse diariamente por expresarse de una legisladora. La imposición de una disculpa televisada de otro ciudadano al presidente del Senado.
Los orígenes políticos del actual poder mexicano, incluyendo a la presidenta, contienen la idea pervertida de territorialidad de la UNAM. Sólo que la universidad nacional no es un Vaticano.
La presidenta señala bien la calidad fascista en la quema de libros. El director del Issste, endémico a esa concepción no republicana sobre la universidad, presenta un proyecto editorial que “reconstruirá ideológicamente el estado de bienestar”. ¿Ideológicamente? ¿Quiénes han usado ese lenguaje?, ¿quiénes los poderes del Estado para forzar el sometimiento del individuo con disculpas?, ¿quiénes para limitar el pensamiento contrario?
Quizá haya que escandalizarse un poco más por destruir librerías. O al menos, leer los libros antes.