Mientras las lluvias azotaban Texas, dejando tras de sí comunidades arrasadas y familias en angustia, una brigada de rescatistas partía desde Nuevo León para ayudar a la comunidad de Ingram a reforzar las labores de búsqueda de personas reportadas como desaparecidas. No lo hicieron por mandato comercial ni por interés político. Lo hicieron porque sabían que al otro lado del río había personas que necesitaban ayuda. Y eso al final del día debería ser siempre lo más importante.
En días donde la narrativa entre México y Estados Unidos parece atrapada entre muros, divisiones e ideologías, recordar los lazos que sí nos unen, resulta urgente. Es que más que solo vínculos económicos, aunque los tengamos, y muy fuertes, tenemos historias compartidas, familias divididas por una línea imaginaria, comunidades espejo a ambos lados de la frontera. Cada vez que una tragedia toca a una de estas comunidades, la respuesta humana es la misma: ayudar.
Eso fue lo que representaron los rescatistas y binomios caninos enviados a Texas por el Gobierno de Nuevo León. Durante días trabajaron sin descanso en Kerr County, Ingram, una de las zonas más golpeadas por las inundaciones. Su misión no era política, era profundamente humana: rastrear zonas de difícil acceso para encontrar personas desaparecidas y devolverle un poco de esperanza a quienes lo habían perdido todo.
Esta acción manda un fuerte mensaje. Llega en un momento donde los discursos de odio crecen y la xenofobia amenaza con normalizarse. Por eso es tan importante resaltar gestos como este, porque nos recuerdan que la diplomacia también se teje desde la empatía.
La relación entre Nuevo León y Texas ha sido históricamente una de las más estrechas en América del Norte. Nos unen lazos históricos y culturales, además de inversiones compartidas y cadenas de valor que dependen del entendimiento mutuo. Pero aún más profundo que eso, nos unen los principios del respeto, la cooperación y la solidaridad.
Más allá de cancillerías o embajadas, los gobiernos locales entienden que colaborar es más poderoso que confrontar, y que tender una mano es más útil que levantar una pared.
En Nuevo León sabemos que ningún desarrollo económico será sostenible si se construye sobre la exclusión o el desprecio al otro. Enviar ayuda humanitaria es una apuesta estratégica por un futuro donde nuestras comunidades, sin importar de qué lado estén, vean sus similitudes y no sus diferencias.
Lo que ocurrió en Texas no fue solo una misión de rescate. Fue un mensaje. Un recordatorio de que, ante los retos que vienen, los países no pueden ser adversarios. Tienen que ser aliados. Porque en la reconstrucción de una casa, en la búsqueda de un desaparecido o en la creación de políticas resilientes, nadie se salva solo.
En Nuevo León entendemos con claridad que invertir en la relación bilateral es invertir en resiliencia compartida. Y eso aplica tanto para los gobiernos como para la iniciativa privada, la sociedad civil y la comunidad migrante que mantiene viva la conexión entre ambos lados.
Por eso quiero agradecer a los rescatistas de Protección Civil de Nuevo León por su heroica labor, ayudando a localizar a las personas desaparecidas, y ofrezco mi más sentido pésame a todos los familiares de las víctimas de esta tragedia.
Que este gesto de solidaridad sea el estándar. Porque la verdadera fortaleza de las naciones no está en cuánto se aíslan, sino en cuánto se apoyan cuando más se necesita.
El futuro no se construye levantando muros. Se construye hombro con hombro.