Cada vez que se presenta la oportunidad, procuro participar en la organización de los procesos electorales en Guanajuato, en labores de supervisión, capacitación y asistencia electoral, que no es otra cosa que facilitar en alguna zona geográfica específica la instalación de las mesas receptoras de la votación para el día de la elección.
Porque detrás del día de la jornada electoral hay un trabajo que inicia con casi seis meses de anticipación para asegurar que los votos sean recibidos y contados por ciudadanos imparciales y sin afiliación partidista, y por supuesto, que tampoco sean servidores públicos de mando o en funciones de programas sociales cualquiera que sea su posición en ellos.
Solo así se puede generar confianza entre la población de que su voto será tratado con imparcialidad, equidad, transparencia, certeza y legalidad, que son los principios rectores del Instituto Nacional Electoral.
Hace poco más de tres décadas atrás, los comicios eran una simulación, un descarado fraude, en el mejor de los casos un mal chiste. Si se busca en los libros de Historia, se puede rastrear esas prácticas hasta las mismas elecciones de principios del siglo XX.
Hoy se tiene un corpus jurídico robusto en materia electoral, instituciones sólidas y métodos probados, perfectibles y perfeccionados proceso tras proceso para prepara una cancha pareja donde el primer domingo de junio se celebre una fiesta democrática y que gane quien quiera que la voluntad de la mayoría decida.
Particularmente en este Proceso Electoral Federal percibo un clima enrarecido, producto de los ataques –parcialmente fundados en algunos casos, y totalmente infundados en la mayoría de ellos– profusamente difundidos en contra del INE.
Por eso, al tomarles la protesta de Ley cobran para mí especial importancia las palabras contenidas en la fórmula, cuando los ciudadanos que prestarán su servicio electoral se entusiasman al jurar frente a su bandera su compromiso de desempeñar “leal y patrióticamente” su encargo.
Se necesitan agallas para hacerlo, sin importar las actuales circunstancias. Y eso, es digno de reconocerse.
