Cultura

El poder del trabajo colaborativo en el aula

En cada clase de Escritura Creativa, descubro que aprender juntos puede ser una de las experiencias más enriquecedoras dentro del aula virtual. Cuando mis alumnos comparten sus ideas, dudas y percepciones, no solo están aprendiendo un tema; están aprendiendo a convivir, a escucharse y a construir conocimiento de manera conjunta.

El trabajo colaborativo nos enseña que cada voz tiene un valor distinto, y que la suma de esas voces genera algo más grande que cualquier resultado individual.

En nuestras sesiones, solemos analizar poemas y textos literarios que nos invitan a reflexionar sobre las emociones humanas y el poder de la palabra. Cada estudiante interpreta los versos desde su experiencia personal, y al compartirlo, el aula se convierte en un espacio donde las sensibilidades dialogan.

Así, el poema deja de ser un texto estático para transformarse en una conversación viva. Tal como señala Lev Vygotsky en su teoría del aprendizaje sociocultural: “El conocimiento se construye en interacción con los demás".

Esta idea refuerza que el aprendizaje no ocurre de manera aislada, sino en comunidad, donde cada aportación enriquece la comprensión colectiva.

Para fortalecer esta dinámica, utilizamos una rúbrica de trabajo colaborativo, que sirve como una guía clara de calidad. No se trata solo de calificar, sino de ofrecer un camino hacia la mejora continua: cómo argumentar con claridad, cómo expresar ideas con coherencia, cómo fundamentar una opinión y cómo hacerlo de manera respetuosa.

Los roles dentro del equipo -líder, analista, redactor, evaluador- ayudan a que cada alumno tenga una responsabilidad específica y comprenda que todos son piezas fundamentales dentro del mismo proyecto.

Un ejemplo inspirador que suelo compartir con mis estudiantes proviene del libro "Los poemas de otros” de Mario Benedetti. En sus versos, Benedetti nos recuerda que la palabra tiene poder cuando se comparte; que escribir, leer y reflexionar son actos profundamente humanos que cobran sentido cuando encuentran eco en otros.

En el aula ocurre algo similar: cuando un estudiante se atreve a leer su texto en voz alta, está confiando en su grupo. Y cuando sus compañeros lo escuchan y aportan con respeto, se crea un círculo de confianza que impulsa el aprendizaje y la creatividad.

Como docentes, nuestra labor va más allá de impartir contenidos. Somos guías que motivamos a nuestros alumnos a reconocerse como parte de una comunidad de aprendizaje.

Fomentar el trabajo colaborativo implica enseñar empatía, escucha activa y asertividad. Significa mostrarles que el compañerismo no solo mejora las calificaciones, sino que forma seres humanos más conscientes y solidarios.

En cada actividad compartida, se siembra la semilla del respeto y del compromiso.

Cada vez que observo a mis alumnos debatir, escribir juntos o evaluar con sinceridad y empatía el trabajo de otro, entiendo que están aprendiendo mucho más que redacción: están aprendiendo a convivir, a confiar y a crecer juntos.

Porque cuando el aprendizaje se construye en colectivo, las palabras no solo se leen ni se escriben se viven.


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Magda Bárcenas Castro
  • Magda Bárcenas Castro
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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