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Nuestra obsesión por el voyerismo

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En menos de 20 años nuestra intimidad, antes un tesoro a preservar, se convirtió en una mercancía abierta al público. Hoy estamos sumergidos en las vidas ajenas y exhibiendo la nuestra, ya sea en redes sociales, YouTube o programas de tv como La casa de los Famosos (y las interminables copias de Keeping Up with the Kardashians). Ese voyerismo-exhibicionismo se ha convertido en una obsesión que solo se complicará a corto plazo. 

Cada día en Instagram se postean alrededor de 95 millones de fotos y videos. No hay datos exactos de cuántos de ellos tienen que ver con la vida cotidiana de quienes lo usamos, pero la red está hecha para mostrarle al mundo quiénes somos a través de lo que compartimos. O más bien, de quiénes queremos mostrar que somos: viajeros, exitosos, foodies, bellos... influencers. Estamos abriendo nuestras vidas a cambio de la satisfacción instantánea de un like.

En 2021, un estudio interno de Facebook, publicado por The Wall Street Journal, ya señalaba que “los adolescentes culpan a Instagram del aumento en sus tasas de ansiedad y depresión”. Estar expuestos cotidianamente a ver vidas supuestamente perfectas –qué sorpresa– no es bueno para la salud mental de nadie.  

En las otras pantallas es lo mismo. 21 años después del estreno de Big Brother en México, hoy La Casa de los Famosos y programas similares siguen salvando los

ratings de la tv abierta. Seguimos obsesionados con las vidas de desconocidos. El capítulo Joan es horrible, de la reciente temporada de la serie Black Mirror, muestra bien el lugar en el que estamos: encontrar disfrute viendo todo lo que hacen los demás, viviendo el sueño/pesadilla de ser protagonista de un reality show. 

El problema es que hoy, además de las redes sociales y la tv, tenemos a la inteligencia artificial (IA) a nuestro alcance. En un artículo publicado en The New York Times, el historiador Yuval Noah Harari dijo al respecto: “Las redes sociales fueron el primer contacto entre la IA y la humanidad, y la humanidad perdió. Nos mostró el sabor amargo de lo que vendrá. En las redes sociales no se usó una IA primitiva para crear contenido, sino para seleccionar contenido generado por el usuario y elegir qué palabras, sonidos e imágenes llegan a nuestros feeds para priorizar los que obtendrán la mayor viralidad, las mayores reacciones y el mayor engagement. Fue suficiente para crear una cortina de ilusiones que aumentó la polarización social, socavó nuestra salud mental y deshizo la democracia. Millones de personas han confundido estas ilusiones con la realidad”.

En el pódcast del investigador Lex Fridman, Harari agregó: “En los últimos 10 años hemos creado máquinas para captar la atención de la gente: las redes sociales. Ahora, estamos diseñando máquinas para captar la intimidad humana. En muchos sentidos, es mucho más peligroso y aterrador. En su capacidad de crear relaciones íntimas, la IA es un arma psicológica y social de destrucción masiva. Si no la regulamos, si no nos entrenamos para afrontarla, podría destruir los cimientos de la sociedad”.

Es complicado hablar en contra del voyerismo cuando el periodismo se basa, en gran medida, en observar el comportamiento público y secreto de la gente. Sin embargo, es un buen momento para preguntarnos qué beneficios tiene para nosotros esta obsesión con mostrar nuestras vidas y ver las ajenas. Probablemente ninguno.


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Mael Vallejo
  • Mael Vallejo
  • Mael Vallejo es periodista. Director de estrategia digital de N+. Su columna se publica cada 15 días (viernes).
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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