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Fentanilo: Estados Unidos debe aceptar su culpa

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Es una buena noticia que funcionarios del gobierno mexicano y estadunidense, más allá de las bravuconadas y derrapes de uno y otro lado, se hayan reunido para buscar acciones conjuntas que permitan un menor tráfico de fentanilo hacia el país del norte. El fentanilo es una droga terrible: en 2021, murieron 107 mil 622 personas de sobredosis en Estados Unidos y el fentanilo fue responsable de dos terceras partes de ellas. Es decir —de acuerdo con la serie de reportajes “Cartel Rx” de The Washington Post—, un estadunidense muere por sobredosis de esta droga cada siete minutos.

Para el gobierno estadunidense es fácil culpar al mexicano por la producción y cruce ilegal de esta droga. Y aunque es cierto que las autoridades locales deberían aceptar que esta droga se produce y envía hacia el norte desde aquí, y frenar esta cadena de suministro, la realidad es que esta epidemia inició por culpa de la falta de regulación de las autoridades estadunidenses y la avaricia de su industria farmacéutica.

Lo terrible de esta epidemia es que empezó en estados pobres y rurales, en personas que trabajaban en minas y labores pesadas. Muchos de los adictos ni siquiera buscaban drogarse recreativamente, sino curar el dolor que les provocaban lesiones o enfermedades mediante medicinas opioides controladas, recetadas por médicos y aprobadas por el gobierno estadunidense.

Esta crisis de los opioides —derivados de la goma de opio, igual que la heroína— inició en 1999 y sigue causando cientos de miles de muertes por culpa de una industria farmacéutica voraz y sin escrúpulos, en particular Purdue Pharma, con su medicamento OxyContin. Para entenderla, recomiendo ver la serie “Dopesick” (en Star+) o el libro “El imperio del dolor”, del periodista Patrick Radden Keefe (Penguin Random House).

Ambos explican cómo la avaricia y el ego de la familia Sackler, dueña de Purdue Pharma, y la permisividad y la falta de regulación del gobierno estadunidense, provocaron esta crisis. El medicamento OxyContin fue promovido por la empresa como muy poco adictivo, y lo logró también gracias a un etiquetado y regulación laxa de las autoridades de ese país.

El problema es que, como cualquier opioide, es muy adictivo. La gente comenzó a necesitar dosis más altas y la farmacéutica empezó a vender pastillas con mayor gramaje. Cuando las personas se volvieron dependientes, comenzaron a comprarlas en el mercado negro. Después, a inyectarse heroína, mucho más potente, barata y fácil de conseguir. Cuando esto no fue suficiente, ahí estaba el fentanilo.

El fentanilo es un opioide sintético que es, según los CDC del gobierno estadunidense, hasta 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina. Distinguen dos tipos: el farmacéutico y el fabricado ilícitamente. El farmacéutico es recetado por los médicos para tratar el dolor intenso, especialmente después de una operación y en las etapas avanzadas del cáncer. El segundo es el que llega desde México.

Nuestro país debe hacer más por frenar la producción y traslado de esta droga mortal. Pero Estados Unidos —tanto su gobierno como su población— deben aceptar que esta crisis nació de su industria farmacéutica y de la falta de regulación de sus autoridades.


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Mael Vallejo
  • Mael Vallejo
  • Mael Vallejo es periodista. Director de estrategia digital de N+. Su columna se publica cada 15 días (viernes).
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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