Solo puedo entenderlo como lo que él mismo llamó “ética supersticiosa del lector”: Borges no gustaba de las aliteraciones o los sonidos en “ese”… en español. Creía que solo en inglés las aliteraciones no resultaban artificiosas. Volví a encontrar esto en sus conferencias de Harvard (1967/1968). En algún momento habla “del maravilloso poema Noche oscura del alma” de San Juan de la Cruz y cita la primera estrofa: “En una noche oscura, /con ansias en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura!,/ salí sin ser notada/ estando ya mi casa sosegada”. Borges la elogia pero dice que su último verso es más bien mediocre: “‘estando ya mi casa sosegada’. Tenemos el sonido siseante de las tres eses de ‘casa sosegada’”. Borges añade que la traducción al inglés de este verso por Roy Campbell supera al original en español: “When all the house was hushed (‘cuando toda la casa estaba callada’)” y celebra “la hermosa, la preciosa palabra inglesa ‘hushed’, que parece ofrecernos la verdadera música del silencio”. No es así; el original resulta inmejorable. Las eses de la estrofa son absolutas portadoras de silencio y lo vierten y consuman en “casa sosegada” mientras que “hushed”, aunque al pronunciarse como “hushd” la “e” se calla, obliga a alargar el escandaloso sonido “shhh”. Ahora y pues sí: Borges no tiene pierde. Su manía respecto a las eses me hizo ver cómo San Juan de la Cruz escribió con ese sonido la música del silencio.
Cierro con otro virtuoso uso de eses. Es del mismo Borges: “No volverá tu voz a lo que el persa/ dijo en su lengua de aves y de rosas, /cuando al ocaso, ante la luz dispersa/ quieras decir inolvidables cosas”. San Juan de la Cruz metió 12 eses en 43 sílabas; Borges 12, también, en 44 (15 si incluimos, en español no ceceado, los sonidos en z y en c). Por fortuna Borges desoyó su reparo a las eses; o, mejor, atendió a su oído para hacer poemas. En su estrofa gracias a las suavísimas eses la “lengua de aves y de rosas” se vuelve lengua de aves y de rosas… en español.