Para Coahuila, las elecciones federales 2021 son antesala de la sucesión gubernamental 2023.
El gobernador Miguel Riquelme lo sabe. Inició estos 3 primeros años con una apertura inteligente y paciente. Movió piezas centrales para despojar de todo poder a los grupos políticos de Humberto y Rubén Moreira sin alejarlos.
Controló el centro del tablero rodeado por sus peones torreonenses- y usó sus caballos para trabajar con los alfiles saltillenses en un segundo círculo.
Hasta hoy, esa partida juega a su favor; pero inicia la 2a y definitiva de 2021 a 2023 bajo el impredecible entorno de la 4T.
¿Cuáles son sus preocupaciones en esta 2a parte del juego de ajedrez?
Cerrar su sexenio con altas calificaciones en inversión, empleo y seguridad pública. Apuntalar las reformas o leyes pendientes con un Congreso afín. Fortalecer al Poder Judicial con 3 capacidades:
sintonizar esfuerzos con la Reforma Judicial Federal; impulsar -a la par- una reforma local de corte estructural y apuntalar la certidumbre de que sí Morena gana la gubernatura en 2023, no lo perseguirá mediante una consulta popular.
Para lograrlo, Miguel requiere dar Jaque Mate con triunfo electoral en la gubernatura y el Congreso Local en 2023.
Pero el panorama luce complejo. De entrada, Riquelme necesita entrecruzar sus movidas bajo 3 exigencias:
(1) la presión por establecer una política de alianzas a nivel nacional con el PAN y el PRD -reforzada por 3 razones:
la aceptación del PRI, PAN y PRD para ser parte de la coalición nacional impulsada por “Sí por México”; y la participación protagónica de Coahuila en la Alianza Federalista.
(2) la ratificación eventual de la propuesta del INE para que exista paridad de género en las candidaturas a la gubernatura más allá de 2021.
Y (3) el crecimiento de Morena apalancado con la fuerza del Estado.
¿Quiénes miran -comiéndose las uñas- la siguiente movida de Miguel?
Manolo, Jericó, Olmos, Chema Fraustro (aunque nadie lo crea), Hilda, Vero y Lupita Oyervides, a pesar de su falta de experiencia.
(Continuará).
