En años recientes se acrecentó la llamada “cancelación”, que se trata de una estrategia que consiste en la exposición pública de la persona que ha cometido algún agravio; suele venir acompañada del retiro de apoyo y hasta culminación de la relación, de la naturaleza que haya sido.
La cancelación tiene antecedentes como el escrache, acción directa disruptiva en la que un grupo de personas realiza una manifestación en contra de quien se quiere denunciar, puede ser en la casa de ésta, en su trabajo o en algún lugar público.
El escrache surge y se populariza en Argentina en la década de los 90, como protesta en contra de los personajes políticos absueltos de cualquier consecuencia legal por los actos delictivos ocurridos durante la dictadura. Posteriormente se extiende hacia lugares como Venezuela, Colombia, Uruguay o España. En Chile es conocida como “funa”, término que también se ha popularizado en México.
La cancelación pasó de aplicarse a actores políticos y se presenta como una estrategia de ataque contra empresas, a veces de manera pasiva con llamado al boicot dejando de consumir productos.
Hasta este punto se ha tratado como una forma de activismo con un fondo político que impacta en el plano en que las vías institucionales no alcanzan. Pero también ha trascendido la acción política y se ha llevado a un plano más personal, donde se procede contra alguien a manera de acoso grupal por haber hecho o dicho algo ofensivo o cuestionable.
En este planteamiento ha servido como estrategia alterna para las mujeres que han experimentado alguna forma de violencia que las vías legales no atendieron, que pone en visibilidad el fallo institucional. Pero de la misma manera se ha usado para atacar de manera personalísima incluso a personas de los grupos vulnerabilizados.
Al tratarse de un fenómeno creciente cabe visualizar el panorama y cuestionarnos si, de manera social, trasciende del señalamiento y brinda estrategias para el alcance la justicia..