Política

Gabriel de la Mora: Un hombre que cuenta

Tuve el inmenso privilegio de visitar la exposición La petite mort de Gabriel de la Mora en el Museo Jumex. Y digo que fue un privilegio porque el mismo Gabriel fue el Virgilio que nos condujo a través de su obra. De la Mora es un hombre que cuenta su proceso de pensamiento y búsqueda a través de sus creaciones: confiesa historias, narra cómo ve el mundo a través de su dislexia y, literalmente, enumera los elementos que utiliza para hacer su trabajo —trae un contador en el bolsillo. Tituló a la exhibición La petite mort —eufemismo francés para referirse a un orgasmo— porque para renacer o empezar de nuevo tiene que aniquilar —o tal vez, perderlo todo. Al abrirse la puerta del elevador que conduce a la exposición vemos directamente un performance de video de dos canales con un doble exacto a él en forma de piñata. Por veinte minutos el artista se da a la labor de destruirse a palos a sí mismo. Con cada golpe brota confeti rojo y tiras de papel que asemejan sangre y vísceras humanas. Los golpes se escuchan mientras recorremos la muestra como un recordatorio de la pérdida del yo, y de un nuevo principio.

En la primera parte de la exhibición —llamada Cuerpos— hay una instalación mural provocadora que descoloca y eriza la piel: Memoria I. Un retrato de familia que expone diecisiete reproducciones en resina de las calaveras de los miembros vivos de su parentela, él mismo, su pareja y los cráneos originales —y exhumados— de su padre y una hermanita que murió al nacer. Cada pieza está colocada según la altura real de la persona a la que representa. También hay un retrato de su padre realizado con hebras de pelo humano (de las que obtuvo en las exhumaciones). Expone piezas con imágenes y materiales cuyo estado ha sido cambiado por el artista o transformados por el paso del tiempo: una revista pornográfica que ha sido borrada con una goma —las virutas resultantes forman parte del vello púbico de la imagen—, piezas del techo de un edificio abandonado, falsificaciones de obras de artistas intervenidas por Gabriel. Ostenta piezas que han pasado por altas temperaturas o que pareciesen arder: delicadas esculturas de papel carbonizado, pinturas antiguas de paisajes que fueron expuestas al calor, una pieza de fósforos quemados y los lados usados de las cajas de cerillos que aparentan pinceladas. Pedacitos de andesita forman un mosaico monocromático, portaobjetos de vidrio apilados, bordes de planchas de impresión offset forman parte del conjunto El filo del deseo. También expone una instalación mural formada por telas enmarcadas de altavoces usados que muestran los dibujos del sonido. La plana de letras “m” que Gabriel escribió a los 4 años y que refleja su dislexia, la pieza con suelas de zapatos usados reptó por mi nariz. La iridiscencia de las alas de mariposa y de la obsidiana forman parte de El placer del espectador

Le aconsejo que viaje dos décadas a través de los ojos de De la Mora, del recorrido no saldrá indemne.


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Ligia Urroz
  • Ligia Urroz
  • Nicaragüense-mexicana de naturaleza volcánica. Transita entre la escritura, la música y el vino. Sommelier de vida. Publica su columna Desde el volcán los viernes cada 15 días en la sección M2.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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