¿Se considera coleccionista, consumista o comprador compulsivo? Hay una magia en los sitios de anticuarios, sea mercadillo o tienda formal que seduce.
Caminar por la Lagunilla un domingo, la Plaza de los Sapos en Puebla, o El Rastro en Madrid, es entrar a un misterio de objetos que tienen la belleza acumulada por los años como flores primitivas.
Un tiempo rodado los acompaña, hasta que alguien lo descubre como un tesoro, lo compra y de inmediato se convierte en adorno.
Una máquina de escribir, una llave, una plancha de hierro evocan una nostalgia y como los lugares van creando historias; por eso no es extraño que una joven haya llevado a casa un ladrillo de lo que fue el Cine Tampico.
La melancolía acompaña a esos sitios que van desapareciendo, de la arquitectura de la ciudad. Muchos lo relacionarán con un amor adolescente, otros con una discusión, una alegría o tristeza, como día y noche.
Cada uno nos vamos poblando con recuerdos, ya lo dijo Valle Inclán: las cosas no son como suceden sino como las recordamos.
El Doctor Zhivago fue una película que me llenó de imágenes, la tengo presente por el doctor poeta y los escenarios, era la primera vez que entraba al Cine Tampico, recuerdo era de color rosa, tal vez.
La sala estaba repleta y mis papás sí alcanzaron un lugar en las butacas, yo me senté en las escaleras. ¿Cuál será la relación lugar memoria, ilusión?
El jueves pasado, después de la lectura del escritor Arturo Castillo en la Claraboya Literaria, nos fuimos a cenar a unos taquitos que se encuentran, atrás de lo que era MILENIO, antes Cine Tampico, y más antes Casa Mata, rodeamos el lugar como si nos estuviéramos despidiendo.
Ignorábamos que al día siguiente sería escombros, ruinas, pasado, ventanas que dan paso a otra fisonomía del puerto.
Todo cambia, lo oscuro se va a la claridad, la tormenta a la calma, la guerra a la paz, los poemas al libro, los hijos a padres, trueques interminables que engarzan los meses, las estaciones, los años que hacen esta vida.
Pienso en esos cambios que mi madre en sus 93 años ha recorrido, siempre celebrando la vida con su dulzura. Carpe diem.