Mañana domingo los anhelos y sueños de millones de mexicanos se harán realidad o se pospondrán. Nada queda cancelado, ni la viabilidad del país.
Iremos a las urnas a depositar un voto que servirá para cumplir un compromiso cívico, personal, social, político, ideológico, de convicción.
De por medio, nuestro interés en que Torreón y México, México y Torreón, y cada municipio coahuilteca logren una Presidencias Municipales y una Presidencia de la República que sepan satisfacer sus expectativas de bienestar y mejoría individual y colectiva.
Pero como no todos podemos ganar, ni tampoco todos perderemos, la jornada de mañana domingo es una oportunidad inmejorable de convertirse en una vía pacífica para el reencuentro, para que la realidad deje de ser subjetiva a partir del resultado.
Como es la democracia: se gana y se pierde, con las vicisitudes propias que matizan la calidad de un proceso que nunca terminará porque sociedad y gobierno recorren unas vías paralelas que jamás se juntan, aunque sí nos llevan por caminos sinuosos y muy difíciles.
Las votaciones por alcaldías y la renovación del congreso en Coahuila, como la elección de la Cámara de Diputados y la de Senadores, como de nueve gubernaturas, y que son alrededor de 20 mil cargos públicos, se han convertido en una novela a veces de ficción, a veces de horror, a veces negra, siempre abrasiva.
La división de clases, la supremacía económica y social de unos cuantos sobre la mayoría, los muchos Méxicos y los también varios Torreones, las diferencias, la polarización atizada desde los medios de comunicación -unos más otros menos-, articulistas, comentaristas y conductores de radio y televisión de remarcado interés antipopular, la negación de “los otros”, la crisis de los partidos y el extravío de sus principios e ideología, las candidaturas de innombrables e impresentables, su arrogancia y soberbia, la inseguridad, la violencia, los feminicidios (Torreón primer lugar en Coahuila), la corrupción, las adicciones, el abandono de amplios sectores de la población y un largo etcétera, incluidos los mensajes agresivos y llenos de odio en redes sociales, todo, habrá de observarse en el voto.
Ni modo de negarlos: voto de castigo, voto inútil, voto vendido, voto comprado, voto por los privilegios, voto por la cerrazón y el conservadurismo, voto por la impunidad, voto por el amiguismo, voto por los grupos criminales, voto por lo inercial de no hace muchos años, voto porque se mantengan las deudas públicas, voto por las y los corruptos.
O un voto inteligente, voto por la educación, voto por la cultura, voto por la juventud, voto por las mujeres, voto por la clase trabajadora y campesina, voto por sacudir y estremecer la estructura anquilosada de hacer política, voto porque sí y voto porque no. O voto por la esperanza de un mejor país, de un mejor Torreón.
¿Cómo y por qué y por quién votaremos? ¿Por un partido? ¿Por las alianzas deformes? ¿Por una candidatura? ¿Por los chapulines rojos, azules, amarillos, verdes, naranjas, guindas? ¿Por quién carajo voto?
La intensa campaña llamando al voto tendría varias lecturas.
Estoy convencido de que el voto consciente es el mejor, sirva para ganar o para no ganar.
Nunca será para perder, porque en términos de derrota, de lamento, de vencidos, de irse al abismo, de caer en desgracia y pesar, de impotencia, de dolor, de eso se encarga el o los partidos que inicialmente ganan con sus candidaturas.
Mucho ojo, cuidado con votar por esto. Mi deseo sincero de que las votaciones, pese a todo, se desarrollen en paz. ¿Para qué violentar más las elecciones?