Si un color define a la maestra Delfina Gómez Álvarez, es el gris. La candidata de Morena y sus cómplices del PT y Verde Ecologista a la gubernatura del Estado de México tienen una trayectoria política mediocre y opaca. Solo ha llamado la atención por sus fechorías: la retención ilegal del diez por ciento de los salarios de los trabajadores cuando fue presidenta municipal de Texcoco, donde se despachó con la cuchara grande con autogratificaciones y finiquitos; y el desvío de millones de pesos durante su paso fugaz y anodino por la SEP. Esta información, repetida una y otra vez, es pública, está en las sentencias del TEPJF, en los archivos de la Auditoría Superior de la Federación, en las hemerotecas y en Wikipedia.
Ni como diputada ni como senadora se le recuerda una iniciativa relevante, y como candidata al gobierno del Estado de México en 2017 arrastró estigmas, ineptitud y una falta de carisma tan grande como para perder ante un político endeble y medroso como el priista Alfredo del Mazo. Ahora, bendecida desde Palacio Nacional, donde calculan con avidez los votos y los abundantes recursos económicos del Estado de México para las elecciones presidenciales de 2024, la maestra debería caminar con pies de plomo en su campaña para no extraviar el rumbo ni mucho menos el impresionante botín. Pero ya ha cometido graves errores: uno, haber pretendido rehuir el debate con la candidata de la coalición Va por México, Alejandra del Moral, lo cual la hacía ver como simple y vulgar coyona (persona sin “valor para afrontar situaciones comprometidas o arriesgadas”, de acuerdo con el Diccionario de mexicanismo. Propios y compartidos de la Academia Mexicana de la Lengua). Y otro, dejarse arropar por personajes como Cuauhtémoc Blanco, Layda Sansores, David Monreal, Américo Villarreal, Cuitláhuac García, entre otros gobernadores de Morena cuyos estados son paradigmas de corrupción, inseguridad, violencia, autoritarismo. Son auténticos profetas del caos y con su ejemplo pregonan a grito pelón cómo sería el gobierno de Delfina en el Estado de México, donde, lamentablemente, no hay a quién irle.
Queridos cinco lectores, El Santo Oficio los colma de bendiciones. El Señor esté con ustedes. Amén.