Cultura

220 pesos, un celular y un relojito atrasado

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Brayan volvió a casa ensangrentado, con la mandíbula rota y nariz de peso welter; traía los pantalones en jirones y en su piel blanquecina se moteaban los golpes de lo que parecía un archipiélago de dolores. Al llegar a la vecindad dijo que lo habían asaltado, que le bajaron el celular, 200 pesos y un relojito que siempre andaba atrasado. Dijo también que se le echaron encima de a montón, que de milagro no lo picaron y que ya no se puede andar confiado en la pinche ciudad. Andaba descalzo, con los pies de mugre, pero suponemos que no valía ni la pena mencionar que también le habían robado los tenis.

Casi todo lo que contiene el párrafo anterior es falso. En realidad, Brayan se llama José Miguel y dejó de usar su apellido desde hace cinco años, al abandonar la secundaria para entregarse enteramente a sus vicios inalienables. Brayan intentó asaltar una combi de las peseras y fue sorprendido por un enjambre ciudadano insuflado por el hartazgo que ahora es aplaudido en las redes sociales como pelotón heroico de la llamada justicia al margen de toda ley o fuerza del orden. Entre cinco pasajeros le reventaron la mandíbula al Brayan y con las tres primeras patadas al torso le quebraron cuatro costillas. Lo demás, ya vendrá escrito en una posible autopsia: perforación de pulmón, desprendimiento de retina, tabique troceado y falanges de la mano izquierda con rotura semiexpuesta; riñón derecho colapsado y desviación de una vértebra cervical.

Lo que no consta en actas es el falso martirologio que el propio Brayan se inventa al narrarse, sin importarle que la vecindad y el mundo entero conocen el video donde consta la madriza que le propinaron en cuanto el incauto Brayan se destapó en el vehículo con el grito de Ya se la saben, pongan todo en la bolsa… celulares, carteras… todo a la bolsa…

Tampoco consta el encendido pavor de los pasajeros que no solo los adrenalinó para defenderse, sino que los amedrenta por posibles represalias y nadie desenredará la enrevesada trama donde todos hemos confundido al victimario con sus víctimas.

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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