
Tenemos a un hombre devastado por el amor que una mujer no le dio nunca. Este amor no correspondido, platónico, fue tremendamente redituable para Dante Alighieri; su agonía amorosa por Beatriz fue el motor de Vita nuova, un libro excéntrico y desgarrador, y de la Divina comedia, su obra maestra que sigue reinando después de setecientos años.
La rentabilidad de aquel enamoramiento desgraciado es casi inverosímil, si se considera que Dante sólo vio a Beatriz, de lejos, tres veces en su vida, según cuenta él mismo en Vita nuova.
La primera fue cuando tenían los dos nueve años de edad, la vio en un convivio con un hermoso vestido, rodeada por otras niñas de la burguesía florentina, y la visión fue suficiente para que se pusiera a temblar y se dijera a sí mismo este vaticinio: “Aquí hay un dios más fuerte que yo, que va a gobernarme”.
La segunda ocurrió “precisamente nueve años después”, escribe Dante y añade, para doblar el hechizo, que fue a “las nueve horas”. En esta ocasión Beatriz lo saluda, de lejos, y algo le dice, quizá “buenos días”, y eso basta para dejarlo como intoxicado, tanto que tiene que irse a encerrar en su cuarto para asimilar, entre temblores, su buena fortuna. Luego los biógrafos de Dante vendrían a revelar que en esta segunda ocasión Beatriz ya estaba casada con otro.
La tercera vez que la vio iban los dos por la calle y ella no lo saludó. “Me negó ese dulce saludo en el que descansa toda mi dicha”, escribe Dante. Unos años más tarde Beatriz murió.
Después de Vita nuova, el poeta escribió la Divina comedia, una historia en la que Beatriz marca el camino, todo, incluso Virgilio que es el primer guía, confluye hacia ella; no sólo le restituye a Dante el saludo que le había negado, lo rescata de la “selva oscura” en la que se había perdido e intercede por él para que entre al cielo.
¿Y si Dante hubiera logrado relacionarse amorosamente con Beatriz? Habría experimentado él solo las delicias del plano físico y nos hubiera privado a los demás de esa obra fabulosa, que existe gracias a la timidez de uno y al desdén de la otra.