Cultura

¿A quién temen los Estados Unidos?

Hace unos días la editorial del diario The New York Times (12 de agosto) tenía el título de una pregunta pertinente: ¿Cuál es la mayor amenaza para Estados Unidos? Los ciudadanos de un país con un ejército omnipresente, que les recuerda todo el tiempo que vivimos en un mundo hostil, necesitan saber de quién hay que defenderse. El ejército de Estados Unidos está presente en los noticiarios, en las películas y en las series de televisión, y también en cualquier evento que sirva para reforzar el patriotismo, y la confianza del ciudadano en sus fuerzas armadas. Por ejemplo, la semana pasada, con motivo de alguna efeméride del ejército, el equipo de beisbol Padres de San Diego, cambió el uniforme que ha llevado desde el principio de los tiempos por un anticlimático conjunto militar de camuflaje verde, amarillo y marrón. ¿Cuál es la mayor amenaza? preguntan los ciudadanos a los responsables de ese ejército que hace la guerra invariablemente fuera de su territorio, en países remotos donde se requiere, o no, su ayuda militar, y la respuesta que reciben del General Joseph Dunford Jr., uno de los jefes del ejército, es que la mayor amenaza es la Rusia de Vladimir Putin, y las que siguen, según los parámetros del ejército, en orden descendente son: Corea del Norte, China y el Estado Islámico. El presidente Obama, por su parte, dice que las mayores amenazas “vienen del Oriente Medio y del Norte de África”, sin aclarar si se refiere al Estado Islámico o a Al Qaeda. James Comey, el director del FBI dice, también, que la mayor amenaza es el Estado Islámico, pero en la CIA se inclinan por las amenazas de los ataques terroristas en el ciberespacio, sobre todo los ataques rusos, y después manifiestan su preocupación por las acciones de contrainteligencia, el terrorismo en general y las armas de destrucción masiva.

Como puede verse los terrores de la sociedad estadounidense se han multiplicado, atrás han quedado esos años dorados en los que el terror estaba encarnado por un solo enemigo: el comunismo. Hoy aquella cómoda guerra fría se ha convertido en un hirviente polvorín, los enemigos son variados y pueden salir de cualquier parte.

He circunscrito los terrores a la sociedad estadounidense, para ajustarme al marco de la opinión editorial del periódico, pero me parece que los países europeos podrían, más o menos, suscribirlos. Nosotros, aunque somos sus vecinos, difícilmente podríamos suscribir sus terrores globales pues nuestros horrores domésticos, que se reafirman cíclicamente con la siguiente noticia atroz, hacen que Putin, Al Qaeda y el Estado Islámico parezcan amenazas que acechan a otro planeta.

Leía este editorial hace unos días, mientras veía de reojo, en la playa californiana en la que paso los agostos, las maniobras militares que ejecutaban cien jóvenes con la ilusión de que los reclutaran en el ejército. Muchachos y muchachas, rigurosamente supervisados por un equipo de adustos militares, corrían arrastrando un tronco enorme, o una rueda de tractor, o hacían lagartijas, abdominales y sentadillas, o se arrastraban pecho tierra por la candente arena de la playa ante la mirada escéptica, o incrédula, de los bañistas. Los ejercicios eran registrados por un grupo de fotógrafos y por un gracioso dron que sobrevolaba el terreno deteniéndose sobre la coronilla de alguno, o sobre un grupo específico, con la displicencia de una araña espacial.

Puedo entender perfectamente la ilusión de estos muchachos que quieren ser parte del ejército más poderoso del mundo y hacer carrera en esa institución que, si se saben comportar, les servirá de sustento durante toda su vida activa, y después los protegerá con una pensión y unas prestaciones que no tienen otros empleos. También está el factor patriótico, el orgullo de defender a tu país, o a los aliados de tu país de cualquiera de las amenazas que recogía la editorial del New York Times. Este factor patriótico ya lo entiendo menos, aunque me queda claro que se trata de una pulsión que, una vez desatada, es capaz de erradicar pueblos enteros. Pero entre lo que entiendo y no entiendo de la ilusión con la que competían esos muchachos, esos soldados del futuro, se levanta una larga y contundente pregunta, tan pertinente como la que se hacía la editorial del diario: que sigan existiendo los militares, que vista la multiplicación de las amenazas los ejércitos sean cada vez más indispensables, que ese microcosmos de personas se entrene todos los días de su vida útil para matar a otras personas que son sus enemigos ¿no es una flagrante anomalía?, ¿no representan los ejércitos el fracaso de la civilización?

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Jordi Soler
  • Jordi Soler
  • Es escritor y poeta mexicano (16 de diciembre de 1963), fue productor y locutor de radio a finales del siglo XX; Vive en la ciudad de Barcelona desde 2003. Es autor de libros como Los rojos de ultramar, Usos rudimentarios de la selva y Los hijos del volcán. Publica los lunes su columna Melancolía de la Resistencia.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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