El 19 de junio, de 1921, murió Ramón López Velarde, a la edad de 33 años, en la ciudad de México.
Nacido en el rancho el Marecito, perteneciente al municipio de Tepetongo, Zacatecas, en los dominios territoriales de Dn. Marcelo Berumen, quién por un serio disgusto con su yerno, J. Guadalupe López Velarde, casado con María Trinidad Berumen, inscribió a su hijo, Ramón, en el Seminario Tridentino de Aguascalientes, sin el apellido materno.
Antes ya había frecuentado las aulas escolares del Seminario Tridentino de Zacatecas.
Fuera de las aulas escolares de los dos seminarios diocesanos que frecuentó, convivió con algunos de los poetas más cultos de su tiempo, como Gutiérrez Nájera, Amado Nervo, etc., y las revistas culturales nacionales más notables difundieron sus escritos. Conocedor del caminar nacional de la política, con fervor por el cambio de la dictadura a la democracia.
Trabó amistad con Francisco I. Madero, a quien se acercó por medio de su amigo mutuo, Eduardo Correa, de los fundadores del Partido Nacional Católico.
Sufrió la pérdida del sacerdote que le bautizó a manos de unos salvajes villistas razón por la que se alejó de la militancia partidista política.
Posteriormente, Venustiano Carranza le dio un puesto en la Secretaría de Gobernación, del que pronto se alejó. Ligo amistad y empatía con José Vasconcelos, el fundador de la Secretaría de Educación Pública, y nunca le calló gordo al general Obregón, presidente de la República.
Su pensar se revela como un convencido católico, sin ser “rata de sacristía”.
Las disputas de su tiempo las revela en su poesía, como esta: “católicos de Pedro el Ermitaño/ y jacobinos de época terciaria/y se odian los unos a los otros/con buena fe”.
En verso bien elaborado, retrata las contradicciones brutales de la Patria: “El niño Dios te escrituró un establo/ y los veneros de petróleo el diablo”.
Es un convencido del catolicismo como guía en las lides políticas:
“Patria, te doy de tu dicha la clave:/sé siempre igual, fiel a tu espejo diario, /cincuenta veces es igual el Ave en el hilo del rosario, y es más feliz que tú Patria Suave…”.
Pues bien, a este poeta nacional tan notable, sólo se le conmemora en páginas universitarias y culturales, pero cualquier lagunero puede pasarse mañanas enteras en librerías públicas, buscando comprar algún libro que hable de este poeta, y no lo encuentra, y pregunta a quienes están en los mostradores de libros y hasta e nombre se les hace raros. ¡Zas¡