Ya está disponible para su renta en algunas plataformas de streaming La hermanastra fea (2025), ópera prima de la directora noruega Emilie Blichfeldt que se suma a las apuestas de body horror con perspectiva de género sobre los estándares de belleza impuestos a las mujeres por el patriarcado.
El año pasado, La Sustancia, de la francesa Coralie Fargeat, impactó a las audiencias con una historia situada en la misma línea temática, en la que el mandato de la belleza dejaba sentir su presión a través de una industria cinematográfica que hace pagar caro el precio de la fama.
Blichfeldt, por otra parte, enmarca su crítica en el cuento clásico de La Cenicienta, pero coloca en el centro de la historia a Elvira (Lea Myren), la hermanastra de la dulce princesa, y señala al amor romántico como el mecanismo sociocultural que orilla a las mujeres a cumplir con los estándares estéticos y de comportamiento que más convienen al statu quo.
La historia comienza cuando la viuda Rebekka (Ane Dahl Torp) se traslada junto a sus hijas Elvira y Alma hacia el castillo del que será su nuevo marido, otro viudo aparentemente adinerado, padre de la bellísima Agnes (Tea Sofie Loch Næs).
Ese matrimonio representa la salvación para su arruinada familia, sin embargo, la repentina muerte del hombre revela lo equivocada que estaba.
Una nueva oportunidad de asegurarse un buen futuro surge cuando el príncipe Julian (Isac Calmroth) anuncia un baile para elegir a su esposa.
Consciente de que su nada agraciada hija lleva todas las de perder, Rebekka la somete a una serie de rudimentarios y tortuosos procedimientos estéticos que van más allá de cualquier límite. A la par se asegura de sacar a su hijastra Agnes de la competencia, condenándola a vivir entre cenizas.
Elvira, tolera el doloroso camino como una especie de sacrificio que vale la pena por conseguir, ya no el dinero, sino el amor del príncipe, protagonista de sus fantasías color de rosa. ¿Lo conseguirá?
La contraposición de las escenas del idílico mundo interno de Elvira y las de su dura realidad, que raya en el gore, despiertan en el espectador una serie de emociones que van de la repulsión y el rechazo a la compasión.
Por otra parte, el diseño de producción, que se nutre de elementos de los siglos XIII, XIX y hasta principios del XX, combinado con movimientos de cámara modernos y música electrónica acercan la película al público contemporáneo y ayudan a comprender la vigencia del tema.