A pesar de los esfuerzos para que el respeto sea el principal principio en México y, en particular, en estados como Puebla, la discriminación contra los migrantes que provienen de zonas como Centroamérica, Sudamérica y de otras partes del mundo se mantiene.
De acuerdo con el “Reporte en Migración, Agenda Migrante Puebla”, publicación promovida por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP), la narrativa de México como un país de puertas abiertas para personas de otras latitudes, quedó en el pasado.
Los investigadores coinciden en que no existe una sola explicación en torno a que la discriminación contra los migrantes esté creciendo; sin embargo, se tienen detectadas pistas que se relacionan con una diversificación de orígenes nacionales y un discurso antinmigrante; así como la especulación inmobiliaria y la gentrificación.
En diferentes puntos de ciudades como Puebla, las personas de otras latitudes son consideradas una competencia laboral y hasta de les coloca como un riesgo para la seguridad. En otras palabras, se presenta un cóctel de cuestiones históricas, raciales, de género y de crisis locales, regionales y nacionales.
Sin duda, los habitantes de una comunidad juegan un papel clave en la discriminación de migrantes y en actos de exclusión, delitos y violaciones a derechos.
Los casos y denuncias de discriminación a las personas originarias de otras partes del continente americano y hasta de otras partes del mundo, registran aumentos durante la segunda década y el inicio de la actual en la presente centuria.
A partir de los testimonios de personas en condición de movilidad, se detectó que la discriminación contra los migrantes se interrelaciona con el poder adquisitivo, la cultura y hasta el fenotipo.
Al final, las palabras de personas migrantes y de mexicanas presentan coordenadas de exclusión, segregación y marginación, situación que se traduce en una deshumanización y el aumento de las posibilidades de reproducciones de estigmas, prejuicios y estereotipos. Lo anterior, se debe traducir en una llamada para comenzar un cambio que permita que el respeto sea una prioridad.