El rockero Jonathan Álvarez, de 40 años de edad, seis de los cuales estuvo en el Reclusorio Oriente, se autodefine como un músico “loco, guitarrista y buen amigo”. El líder de la banda Segregados, nacida en reclusión, hace un repaso de su vida y recuerda que estuvo preso por un delito que él no cometió, pero concluye que llegó a la cárcel “por una justicia divina”.

—¿Por qué justicia divina?
—Porque yo no era tan malo, por así decirlo, o, vamos, no me tocaba un castigo de ese tamaño, pero hice cosas que no debía y salí bien librado. Porque tú tienes que dejar de hacer pendejadas.
—¿Y qué pensabas?
—Primero tienes que aceptar el por qué llegas. Y dije: “Yo no hice este robo del que me acusan, pero sí tuve acciones y actitudes que no debía”.
Jonathan ensaya con su banda en la que también participa otro integrante que conoció en reclusión.
Hace un repaso de su vida, empezando por el día que llegó a su nuevo hogar, por así decirlo, y en ese momento pensó que toda su vida se había ido al traste, pues comenta que nadie está preparado para un proceso legal, y, a pesar de todo, emergió del ambiente.
“Algo que siempre he platicado —reflexiona mientras arruga el entrecejo, guitarra al hombro— es que tú puedes planear un viaje a la playa o a otro lugar, pero nunca a un reclusorio: eso no estaba dentro de mis planes”.
El músico se inició como guitarrista en los 90, con la banda Forastero. Su primer toquín, como dice, fue en la Casa del Canto, hace 25 años, a los 17 de edad, cuando estaba en la Glorieta de Insurgentes.

Pasaron los años y en 2007 fue arrestado. Pensó que eran fin; pero luchó contra la rutina carcelaria e inició la reconstrucción de su vida. Para eso tuvo que cumplir cada uno de los deberes impuestos en prisión.
—Eras menor de edad cuando empezaste a tocar.
—Sí, fue la primera tocada como guitarrista en Forastero; con El Forás, mi profe, Germán Romero López.
—¿Y qué te hace reflexionar la prisión?
—Que uno puede planear su vida: hacer una maestría, por ejemplo, o terminar la carrera; pero nunca piensas que te vas a ir al bote, ¿no? Yo llego al reclu en octubre de 2007 y en diciembre yo ya estaba en población.
—¿Qué es población?
—Es el lugar donde te vas a quedar. Primero es el COC, Centro de Observación y Clasificación; de ahí a población, que es donde te mandan al dormitorio y te clasifican. Depende el delito o depende también de la situación económica que tengas.
—¿Cuánto tiempo duraste ahí?
—Pues casi los cinco años.
—Y cómo nace Segregados.
—A raíz de quererme escapar de la situación hostil que vivía en mi dormitorio; porque llegas, te formas, tienes que hacer faina; ganarte un espacio en el lugar, para estar bien, para hacer otras actividades: gimnasio, jugar futbol. Debes hacer el cantón. O sea, ganarte tu espacio dentro de la celda. Ya que ganaste el cantón, pues eres más libre dentro del reclusorio.
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Ya aclimatado, con todos los requisitos cumplidos en prisión, Jonathan Álvarez comenzó a tocar en algunos grupos musicales, pero no congenió con ninguno y comenzó a darle forma al suyo.
—Te marginan.

—Me segregan —responde de inmediato— como a otros compas, y ahí es cuando empieza a nacer Segregados, en diciembre de 2007.
—¿Y quiénes forman Segregados allá adentro?
—Con otro compita que vivía en la estancia 4-5, Fabián Monzón, bajista, actualmente en Puebla, por lo que yo sé, y otro carnal, Antonio Garza, que también hace música de este lado, en la ciudad; con ellos dos empiezo.
Entrenaban de diez de la mañana a una de la tarde. “Nos dio espacio la licenciada Eva Patricia Montaño Niño”, comenta. “Ella nos dejó ser”.

Y más tarde se suma al grupo un mariachi, José Luis Flores Tlapala, tras quien llega un norteño y Sergio Corona, de música de banda sinaloense, que ya en libertad formó un grupo en Santa María Aztahuacan, Ciudad de México.
El vocalista de la banda era Tony Álvarez Tostado, “mi carnalote, quien cantaba rocanrol”, añade Jonathan Álvarez. “Y con esa mezcolanza se hizo una buena vibra, pues todos queríamos escaparnos del ambiente hostil, porque cada uno tenía sus situaciones como acá afuera”.
Entonces llega Producciones en la Línea, de Juan Felipe Guzmán y Samuel Guzmán Cuevas. “Ellos siembran la semilla; para eso ya tocábamos canciones de la Maldita, de Panteón Rococó, Inspector y, sobre todo, mucho rock —evoca con emoción Jonathan Álvarez—, mucho rock nacional, mucho Tri, que era lo que le gustaba a la banda”.

Fue el inicio de una armonización, un despegue, pues tres veces ganaron concursos de pastorelas. “Nosotros, como Segregados, las musicalizábamos; la compañía de teatro se llamaba Libertad, comandada por Luis Sánchez Ruiz, un interno que hacía teatro”.
Y así creció Segregados, tocando canciones de algunas bandas, como de Álex Lora, con quien Jonathan está agradecido, pues el autor de Triste canción de amor, revela, pagó la masterización de su primer disco, Todo es playa, grabado reclusión, donde invitó al baterista Pablo Sandín, con quien en 2014 participan en el festival Vive Latino.

***
Esta vez acompañan a Jonathan sus camaradas Miguel Silva López, Omar Rodríguez Soto, Eddy Fossi Fons, Gonzalo Esaú Mendoza, Ricardo Mosqueda y Pablo Sandín, baterista, con los que ya suman alrededor de 130 integrantes que han pasado por Segregados.
Pablo conoció a Jonathan en el año 2012, en reclusión, donde él permaneció dos años, tiempo suficiente para seguir tocando la batería, que ya hacía, aunque no de manera profesional.

—Encuentras a Jonathan y qué le dices.
—Él me pidió que tocara —responde Pablo, de gafas oscuras, sonriente, mientras Jonathan suelta la carcajada.
—Y te integras a Segregados.
—Sí, ya estaba desde adentro; y cuando Jonathan sale libre, pues se da a la tarea a contactarnos a los que estábamos ya de este lado y entre ellos me marcó a mí; me dijo: “Oyes, quiero echar a caminar esto aquí afuera, vamos a seguir haciendo música”, y yo le dije: “Adelante, conmigo cuentas”, y empezamos a trabajar acá afuera.
—Y afuera es cuando participan en Vive Latino.
—Si, en 2014. Fuimos la banda que abrió el segundo día de Vive Latino; abrimos en el escenario principal, que es el escenario Indio.
—Y ahí qué tocaron.

—Bueno, nos dieron un espacio de 40 minutos…tocamos alrededor de seis canciones, más la presentación.
—Y prendieron…
—Sí, la verdad no esperábamos tener esa respuesta de la gente, digo, pues éramos una banda desconocida; en el escenario que nosotros estuvimos también estuvieron bandas como Jumbo, de Monterrey…iban a bandas como Maldita Vecindad cerrando el día.
—Y todos contentos.
—Por supuesto; todos contentos.
