Cultura

Nocturno a Rosario y las aventuras de Guillen de Lampart

El recorrido continúa con la apasionada voz de la historiadora y periodista Bertha Hernández G., quien lo tiene todo en su memoria, de modo que describe con precisión los sucesos como si hubiesen sido ayer; la realidad es que sucedieron hace siglos, pero persisten las desgastadas bases de muros donde sucedió todo.

Porque cada pedazo de ciudad tiene un pasado que para Hernández vale la pena conocer, contar, sacar a la luz, y ella, cual arqueóloga, lo hace con entusiasmo. Por eso acepta acompañar y, guiados por sus narraciones, como si ella hubiese estado presente en aquella época, relata de tal manera que te imaginas lo que sucedió entre los restos de esas paredes que escudriña con sin parar.

N1
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​Las roídas tapias fueron parte de las cárceles del Palacio de la Escuela de Medicina, situada sobre la ahora calle de Brasil, donde falleció el poeta Manuel Acuña, un 6 de diciembre de 1873, cuando frisaba los 24 años, luego al ingerir cianuro.

La intención del vate era acabar con su pesarosa vida por el amor no correspondido de Rosario de la Peña, aunque también corre la versión de que se trataba de Laura Méndez.

La historiadora y periodista escudriña, camina y retrocede entre muros, ahora remozados; aquí también estuvo un sujeto conocido como Guillén de Lampart, cuyo nombre verdadero era William Lamport, quien aspiraba a ser… “¡rey de México!”.

Nocturno 2
Nocturno 2

​“Todo lo que sabemos de él proviene de su proceso inquisitorial”, dice Bertha. “En sus propias palabras, era irlandés y salió de su patria perseguido, por defender la fe católica”.

Estuvo en la Corte inglesa y luego en la española. Sabía varios idiomas y era evidente que tuvo una educación esmerada; se describía a sí mismo como parte de la nobleza de Irlanda.

Nocturno 3
Nocturno 3

​“Lampart aseguró que hizo muchos hechos de armas por la corona española, y, debido a esos méritos, fue enviado a la Nueva España en calidad de agente encubierto, para averiguar al virrey marqués de Villena”, relata Hernández, quien realiza recorridos semanales por algunos sitios antiguos de Ciudad de México.

Lampart, que en la Nueva España se hacía llamar Guillén Lombardo, asegura que vio injusticias y malos manejos del virrey. “Esa fue la causa por la cual fue aprehendido por el Tribunal del Santo Oficio y encerrado en las cárceles de La Perpetua”, cuyas ruinas hoy vemos en el Museo de medicina de la UNAM, la antigua Escuela de Medicina y anteriormente Palacio de la Inquisición.

Nocturno 4
Nocturno 4

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Guillén de Lampart o Guillén Lombardo, apresado en 1642, pasó en total 17 años en las cárceles de la Inquisición, usó el dinero que le asignaban para comida, en tinta y papel. Escribió un manifiestos donde denunciaba todo lo malo o corrupto que veía en las cárceles inquisitoriales y acusaba al Santo Oficio de estar coludido con el virrey, relata Hernández.

Habían pasado nueve años de su encierro cuando decidió fugarse; acompañado de un par de presos, logró escapar de La Perpetua por el aljibe del edificio. Antes de ocultarse, pegó en diversos lugares copia de sus escritos, donde denunciaba los males y corrupciones del gobierno novohispano.

No duró mucho en libertad.

Nocturno 5
Nocturno 5

​Lampart o Lombardo era, en opinión de los inquisidores, fabulador y embustero. Decía ser hijo ilegítimo del rey de España, agente de la corona, y aspiraba a ser Rey de México.

En sus escritos hablaba de la terrible desigualdad reinante entre los habitantes de la Nueva España y pensaba que él, en el trono de México, bien podría poner fin a esas situaciones.

Nocturno 6
Nocturno 6

​Probablemente Lombardo o Lampart deliraba y era fantasioso. Para tenerlo encerrado en La Perpetua, sin posibilidad de salir, la Inquisición le fincó más de 70 cargos, entre los que estaban la hechicería, la blasfemia, el practicar el arte de la adivinación, y, naturalmente, trato con el demonio.

Lampart fue reaprehendido y devuelto a la cárcel de la Inquisición. Confiaba en que sería enviado a España para ser procesado. Si eso ocurría, seguro que la corona lo liberaría, pero la Inquisición novohispana siempre encontró pretextos para devolverlo a Europa.

Nocturno 7
Nocturno 7

Guillén de Lampart pasó otros ocho años en las cárceles de La Perpetua. Empezó a volverse loco, pues su mente ya no resistió el encierro. Cuando volvió a pisar la calle, era porque lo llevaban al quemadero. Murió en la hoguera en noviembre de 1659.

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“Poco más de 200 años después, el escritor y general Vicente Riva Palacio leyó su expediente inquisitorial y escribió una novela, Memorias de un impostor”, cuenta Bertha Hernández G., mientras escudriña los muros reconstruidos.

“A partir de esa novela empezamos a llamarlo Guillén de Lampart y, cuando se construyó el Monumento a la Independencia, y no sin polémica, se colocó dentro una estatua que lo representa”.

Nocturno 8
Nocturno 8

​Para 1924, los rumbos del viejo Palacio de la Inquisición formaban parte del barrio universitario, y el edificio, “de oscura fama”, era la Escuela de Medicina, narra la historiadora.

“Los locos años veinte tienen por protagonistas a las mujeres: tiraron a la basura el corsé de sus madres, usaban falda a la rodilla —una completa sensación— y se cortaron el cabello. Fumaban, y algunas adineradas, hasta manejaban autos”.

Secretos de la Ciudad_1
Secretos de la Ciudad_1

El asunto empezó por el corte de pelo.

En general, se trataba del "Corte a la Bob". Pero en el verano de 1924 el estilo era el cabello femenino, muy corto, casi varonil. Muy pronto la prensa y los habitantes del barrio universitario empezaron a referirse a estas muchachas muy modernas, que ya iban a la Universidad o trabajaban, como "pelonas".

Ser "pelona" —añade la historiadora— era ser moderna, y eso incomodaba a muchos.

Secretos de la Ciudad_3
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Una mañana, estudiantes de medicina jalaron a dos "pelonas" que pasaban delante de la escuela de medicina. Las sentaron en una silla, y las tusaron. Aterradas, las muchachas salieron corriendo. El incidente se repitió varias veces y provocó un escándalo.

En la prensa de la época todos tomaron partido por las pelonas. En la escuela de medicina, mientras tanto, los alumnos cerraron la boca. Nadie delató a los responsables.

Algunos reporteros alcanzaron a entrevistar a los culpables, sin mencionar sus nombres. Decían que no estaban arrepentidos.

El asunto se volvió un pleito colectivo.

Alumnos de la Normal y del Colegio Militar dejaron sus escuelas para ir al barrio universitario, en esa misma zona, parte de lo que ahora es Centro Histórico, a "defender" a las pelonas.

Se sabe que hubo varias trifulcas en las cercanías de la escuela de medicina, de acuerdo a la versión de la historiadora. Alguno de estos defensores declararon a la prensa: "Por cada pelona tusada, habrá una trenzuda a la que le cortaremos el pelo".

Y como asunto crecía, la SEP tuvo que intervenir (en 1924 la Universidad todavía no era autónoma) y amenazó con la expulsión a quienes intentaran agredir a las llamadas pelonas.

Secretos de la Ciudad_9
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​El asunto se apagó no sin que Esperanza Iris, en su teatro, a pocas cuadras de ahí —Donceles 36— pronunciara un discurso acerca del “Derecho a llevar el pelo corto”.

Años después Frida Kahlo contaría que ella fue una de las pelonas agredidas.

“No se identificó a los culpables, pero en uno de los muros del viejo edificio, hoy restaurado, están las placas colocadas por muchas generaciones de médicos formados ahí”, dice la historiadora.

En las placas “que corresponden a los años que van de 1920 a 1925, queda la huella del incidente”, remata Bertha Hernández G., historiadora y apreciada colega, a quien se agradece por acompañar al reportero en un recorrido por la zona, además colaborar en la redacción de la historia aquí contada.

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Humberto Ríos Navarrete
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