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Mirar la bonanza y no ver el riesgo

  • Economía empática
  • Mirar la bonanza y no ver el riesgo
  • Héctor Farina Ojeda

Una de las lecciones que más nos cuesta aprender en América Latina es a prepararnos en tiempos de bonanza para los momentos de crisis. Cuando el viento sopla a favor parece que toda mejoría será eterna y que no hay que preocuparse demasiado por alguna carestía futura. Pero la evidencia nos demuestra que más que tiempos de bonanza la recurrencia se da en las crisis, en los altibajos de la economía, en la insuficiencia y en la precariedad. Y tanto es así que hablar de crisis en nuestros países ya es redundancia.

Si pensamos en los tiempos de ganancias y de buenos ingresos, hay diversas críticas que se hacen al poco aprovechamiento. Una de ellas es la dependencia excesiva que se tiene de ciertos rubros, ciertos productos y ciertos mercados: cuando algo sale mal, cuando bajan los precios o cuando dejan de comprarnos, el resultado es la crisis. Y otra crítica habitual es la escasa capacidad de inversión con miras a futuro: si llegan las ganancias, tal como llegaron se van, sin que haya una inversión estratégica para el mediano y largo plazo, para generar otras fuentes de riqueza y no depender sólo de un producto temporalmente rentable.

En la historia económica latinoamericana la dependencia es una práctica consuetudinaria. Y aunque parece un tema reiterativo no es cosa del pasado sino algo vigente. Un ejemplo latente es el auge de las exportaciones a China: el comercio entre el país asiático y los países latinoamericanos se multiplicó por 35 entre el año 2000 y 2022, de acuerdo a los datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). En un dato estimado por la BBC, el intercambio comercial del año pasado fue de alrededor de 480 mil millones de dólares.

Y si bien es una buena noticia que crezca el comercio y que haya ingresos importantes, hay datos que no dejan de ser preocupantes. De acuerdo a la Cepal, el 72 por ciento de las exportaciones latinoamericanas corresponden a soja, minerales de cobre y de hierro, petróleo, cátodos de cobre y carne bovina. En el conjunto de intercambio comercial, los países latinoamericanos exportan mayormente materia prima mientras los chinos nos venden manufacturas. Como si viéramos una película de hace décadas: vendemos bienes sin valor agregado y compramos productos terminados. Y no sólo perdemos ingresos millonarios sino todos los empleos que se podrían desarrollar con las manufacturas.

Pero lo más preocupante es que detrás de un buen momento de comercio exterior y de la dependencia del mercado chino no se vislumbran estrategias de reinvención de las economías. Mientras que China ha mostrado señales de agotamiento de su economía, en América Latina seguimos con la dependencia de pocos rubros, con la exportación de materias primas y con un importante rezago educativo que limita la innovación y el avance hacia nuevas formas de generación de riqueza. ¿Cuál es el plan si disminuye la demanda china? Ojalá no nos acordemos tarde de invertir en educación, ciencia, tecnología e innovación.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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