La primera mitad del año se caracterizó por la incertidumbre generada por las idas y vueltas de los aranceles, por la desaceleración de las economías y por la sensación de que no hay un terreno estable para las inversiones y distintos proyectos importantes. América Latina no sólo será la región que menos crecerá este año a nivel mundial, sino que acusa el golpe en el mercado laboral: este año la generación de empleo interanual será de 1.6 por ciento superior a 2024, mientras que el año pasado la cifra fue de 2 por ciento, de acuerdo a los datos del Banco Mundial (BM).
Pero no sólo se trata de que la generación de empleos se está frenando -en consonancia con el dinamismo económico- sino que también el aumento de los ingresos laborales se está frenando: este año será de 1.5 por ciento, en tanto que en 2024 el incremento fue de 4 por ciento, según el BM. Es decir, a la par que las economías latinoamericanas se están desacelerando también la creación de puestos de trabajo se está frenando en cantidad y en calidad, lo cual significa que los salarios no aumentarán conforme a las necesidades de la población.
En el caso de México, la desaceleración de la economía ha llevado a que los pronósticos para este año apunten al estancamiento, a un repunte cercano a cero. Y esto tiene incidencia directa en el mercado del trabajo. En el primer semestre la cantidad de empleos asegurados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) fue de poco más de 87 mil, en tanto en los últimos tres meses se han registrado caídas en la generación de empleos formales. Esto tiene su contracara en el incremento de la informalidad laboral que ya alcanza a cerca del 55 por ciento del mercado de trabajo.
La situación de los empleos en México y en América Latina para este año sigue una tendencia similar: generación insuficiente de puestos de trabajo formales, migración de los trabajadores hacia la informalidad, y un estancamiento o un deterioro en la calidad de los empleos. Con economías que no crecen o crecen poco, con inversiones insuficientes y con un contexto internacional incierto que entorpece el comercio en lugar de promoverlo, es poco probable que mejoren los salarios, que los puestos recuperen calidad, que haya mejores condiciones laborales y que con ello el beneficio para los trabajadores se note en una mejoría.
Cuando el sociólogo alemán Ulrich Beck publicó el libro Un nuevo mundo feliz: la precariedad del trabajo en la era de la globalización en el año 2000 ya nos advertía de que los puestos de trabajo tendían a ser cada vez más precarios, fugaces, inciertos y sin prestaciones. Un cuarto de siglo después, en un año de incertidumbre, la precariedad no sólo se ha profundizado sino que tiende a mantenerse.
La gran pregunta que debemos tratar de responder es cómo recuperar la generación de empleos y la calidad de los mismos en tiempos de incertidumbre internacional. Y no es una cuestión de indicadores sino de oportunidades reales para que las personas puedan mejorar sus ingresos, su proyección y su calidad de vida.