Uno de los temas económicos más acuciantes es la recuperación luego de los golpes de la pandemia de covid 19. Se trata de recuperar el crecimiento, la generación de los empleos, el comercio y en general las posibilidades de que las personas puedan mejorar sus condiciones de vida. Y en el caso de América Latina no se trata de volver a los niveles previos a la pandemia, sino de tratar de restaurar economías desiguales, llenas de empleos precarios y con pobrezas endémicas que significan que millones de personas sobreviven en malas condiciones.
En este sentido, un reciente estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) titulado “Cómo acelerar el crecimiento económico y fortalecer la clase media en América Latina” destaca que la calidad del crecimiento será decisiva en la recuperación de la clase media. Se habla de impulsar las economías mediante inversión pública en infraestructura, logística y otros sectores públicos, con lo que se espera que la expansión represente una base para fortalecer a las clases medias. El antecedente al que se remontan es que gracias al crecimiento y la creación de empresas y empleos formales, de 2000 a 2010 la clase media pasó del 25 por ciento a cerca del 70 por ciento.
La receta es conocida y la hemos escuchado y leído en muchos discursos. Y no es que sea mala, sino que en la América Latina en la que sucumben teorías parece que no es suficiente o que no termina de consolidarse en los hechos. Antes de la pandemia, la otrora economía más estable y envidiada entre los países latinoamericanos mostraba sus grietas profundas: Chile, el país que más redujo la pobreza en tres décadas no pudo evitar el deterioro social que significa la desigualdad. El crecimiento produjo riqueza y también mayor pobreza, ensanchando la brecha entre los que tienen mucho y los que no tienen casi nada.
Imaginen el reto gigantesco que tenemos en América Latina, el subcontinente más desigual del mundo, la región rica en recursos naturales pero con niveles de pobreza vergonzantes, el escenario en el cual las políticas públicas y los ejercicios se dirimen en el corto plazo, en soluciones de momento y en largas postergaciones de los problemas profundos como la pobreza, la salud o el acceso a la educación. Crecer con calidad en este contexto es más que complicado porque se trata de lograr expansiones de calidad, inversiones de calidad, empleos de calidad, salarios de calidad y hacer que todo lo público sea sinónimo de calidad.
No se trata de sólo de incrementar indicadores del Producto Interno Bruto (PIB) sino de hacer que la riqueza tenga un efecto importante en la disminución de la pobreza, en la disminución de la desigualdad y en la construcción de oportunidades que sirvan, efectivamente, para que las personas puedan vivir mejor. No se trata sólo de más de empleos, sino de que paguen bien y sean un factor decisivo para que la economía de la gente mejore. Si me preguntan por qué no hemos podido lograr crecimientos de calidad, mi respuesta es porque falta educación de calidad. Por ahí se empieza.