Dice la tradición griega que las personas muy inteligentes que tenían algo que decir usaban la comedia como vehículo. En mi opinión, es una de las herramientas más poderosas contra el fanatismo y contra los regímenes y dictadores, como bien lo demostró en su momento Aristófanes.Ochenta años después que Charlie Chaplin filmara“El gran dictador”,otro director ─TaikaWaititi─ reunió el coraje para hacer una comedia sobre un niño nazi de 10 años y su amigo imaginario Adolf Hitler y aún más atrevido para interpretar al dictador, con su bigote y su esvástica.
La película, protagonizada por Scarlett Johansson, retrata la Segunda Guerra Mundial a través de los ojos de un niño alemán (Roman Griffin Davis) adoctrinado por la juventud nazi y consternado al descubrir a una niña judía que vive en el ático de su casa.
El joven Jojo, que nunca había conocido a un judío, inicialmente mira a la niña con miedo y disgusto, pero cuando se entera de que su madre (Johansson) la tomó en secreto, asumiendo un gran riesgo, se ve obligado a pasar tiempo con ella.
La controvertida representación de Waititi de un Hitler idiota e infantil, la creación de un niño con el cerebro alienado, podría desviar la atención de la verdadera preocupación de la película: el impacto de la guerra y el fascismo en las mentes jóvenes e inocentes. Sin embargo, la creación de este Hitler lleno de extravagancias y aspectos infantiles resultó ser realmente conmovedora y fuerte.
Parece audaz hacer esta película en un momento en que el cine convencional puede haberse vuelto un poco más conservador o haber elegido menos riesgos. ¿Es posible bromear sobre problemas serios, como la Segunda Guerra Mundial? Con “JojoRabbit”, Waititi muestra que sí, siempre que haya una preparación especial para que lo que se muestra en la escena suene fuera de contacto con la realidad.
Dadas las proporciones adecuadas, y en otro género, es más o menos lo que hizo Quentin Tarantino cuando subvirtió el curso de la historia en “Bastardos sin gloria”. La apertura de “JojoRabbit” es esencial para comprender y aceptar la inusual propuesta de Taika: la de un niño de 10 años, un firme defensor del nazismo y que tiene a Hitler como un amigo imaginario, en una típica ciudad alemana durante la Guerra, con carteles de esvástica esparcidos por todas las esquinas convocando para un fin de semana de entrenamiento en un campamento. Jojo está listo para convertirse en hombre. Ahí debemos aprender.