DOMINGA.– Algo extraño ocurre cuando poetas de diferentes latitudes se reúnen. La tarde que Luis García Montero, el director del Instituto Cervantes, recibió la presea Poeta de América, un grupo de escritores nos escabullimos por las calles de Lima para escuchar lo que los espíritus tenían deparado para nosotros en el tarot.
Por esos días el ambiente bullía en las calles de la capital del Perú: comenzaba la ola de manifestaciones de la generación Z ante el rechazo a la reforma de pensiones y que acabaría días después, sin dar solución a las consignas, con la destitución de la presidenta Dina Boluarte. Durante los últimos días de septiembre se concentraron conversaciones de política nacional relevantes para la historia del país y otras más que trascendieron los océanos.
Mientras llegaba la hora esperada de la ceremonia de entrega, los cafés aledaños a la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC) fueron rápidamente ocupados por los asistentes al Festival de Primavera Poética XII, que se celebra todos los años en septiembre y congrega poetas consolidados y jóvenes promesas del mundo iberoamericano. Así que tuvimos que caminar un poco hasta encontrar un restaurante que para nuestra suerte estaba casi vacío.
El tarot como herramienta de referencia psicoanalítica juega, según Jung, con un sistema de símbolos que codifica acuerdos sociales comunes entre quienes se sientan ante él. En la cultura occidental los oráculos y la poesía siempre han compartido un espacio común en los bordes de la realidad de la mente o del lenguaje.
Esto es lo que hace posible que, aunque cada poeta en la mesa pertenecía a un país diferente –Honduras, Bolivia, Chile, Ecuador y México–, este oráculo de cartas desplegara símbolos de interpretación común. A todos nos une el idioma como herramienta de fraternidad, pero también como trinchera de manifestación ante medidas autoritarias, genocidios, machismo y como bandera de la necesidad de tener una perspectiva humanista e inclusiva frente al desarrollo económico y tecnológico del mundo.
Estos son, de igual manera, algunos de los temas que García Montero ha llevado en su mensaje como poeta, filólogo, catedrático del idioma español y desde 2018 director del Instituto Cervantes.
En los días siguientes a la Primavera Poética, se celebró en Arequipa, otra ciudad del Perú, el Congreso Internacional de la Lengua Española, donde Luis García Montero dio unas palabras en la inauguración señalando de manera potente “la necesidad del respeto a la diversidad de todas las lenguas del estado”, refiriéndose a los conflictos políticos y lingüísticos en España y la cerrazón de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) a lo que él menciona como “el reconocimiento de la riqueza lingüística del idioma”.
El director del Instituto Cervantes también señaló las diferencias presentes en la visión de su homólogo –Santiago Muñoz Machado– en la RAE, levantando fuertes polémicas al declarar que “la Academia está en manos de un catedrático de Derecho Administrativo experto en llevar negocios desde su despacho para empresas multimillonarias”.
La perspectiva sobre este conflicto institucional representa la lucha de dos visiones. Por un lado la RAE vista como la trinchera conservadora, es decir: la institución que ha buscado históricamente normar el habla y decirnos cuál es la manera correcta del español que hablamos; y por el otro lado, el Instituto Cervantes como el frente de una visión revolucionaria pero también de izquierda al participar de manera constante en la relación entre América, España y sus comunidades diversas.
El conflicto político sobre el idioma tiene raíces profundas en los territorios de habla hispana, donde históricamente “los otros idiomas españoles” como el catalán, el gallego o el euskera sobreviven de manera marginal y forman parte central de la lucha independentista de sus regiones, evolucionando en conflictos políticos vigentes.
“Nadie debería colocarse como autoridad en un idioma plural”: Luis García Montero
Los nacidos en España representan sólo 9% del total de hablantes de español en el mundo. ¿Qué significa esto para las instituciones españolas que pretenden proyectar el idioma de manera internacional? Según Luis García Montero “nadie debería colocarse como autoridad en un idioma plural que debe, por el contrario, respetar en vez de reglamentar el habla de otros países”.
Lo que presupone una postura inclusiva y de integración de las diferencias y variantes que encontramos en el territorio de nuestro idioma, también como una postura de dignidad sobre la identidad en América Latina y las diversas regiones de España. ¿Quién es este poeta y catedrático frente a tales declaraciones y emprendimientos políticos e ideológicos?
El fantasma revolucionario de la Generación del 27 recorre los auditorios de América Látina y el mundo hispano en voz de este poeta que dirige una de las instituciones con más poder en el mundo del español.
García Montero nació en los años cincuenta bajo la dictadura de Franco, en la Granada de Federico García Lorca, territorio andaluz que conserva el espíritu de esta generación de poetas que vivió la Guerra Civil española bajo el yugo de la censura, la persecución política y hasta la muerte, como es el caso del poeta andaluz Miguel Hernández. Los poetas de esta generación que corrieron con mejor suerte se volvieron símbolos culturales y políticos desde la literatura, como Rafael Alberti que fue un miembro activo del Partido Comunista de España y premio Cervantes en 1983.
En las palabras de recepción del premio Poeta de América, los asistentes escuchamos al principio versos mezclados con memorias de vida del poeta, su infancia, su relación con su madre o con su esposa Almudena Grandes. Discurso de lucidez tremenda donde lo personal, lo político y lo sentimental siempre iban de la mano.
“Crecí en una dictadura que usaba el idioma como una herramienta imperial y la poesía me enseñó que un idioma es mucho más que un vocabulario, y que podemos llenar las palabras de fraternidad y de valores democráticos separándonos de cualquier autoritarismo”, dijo en Perú.
Un joven estudioso del idioma y la literatura, nacido en Andalucía durante la dictadura, en el seno de una familia con seis hijos, son algunos símbolos que podemos interpretar para comprender al hoy director del Instituto Cervantes y que nos dejan clara su cercanía con los diversos poetas de la Generación del 27, que lleva ese nombre por el año en torno al cuál escribieron sus representantes y que se caracterizó por su perspectiva democrática, donde se encontraba la “Imprenta Sur”.
Aquella en la que Emilio Prados y Manuel Altolaguirre editaron la mítica revista Litoral, así como los primeros libros de la mayoría de los jóvenes poetas. Una imprenta que sirvió de trinchera para la expresión y la lucha contra la censura durante la Guerra Civil española.
Para el Instituto Cervantes el español es un archipiélago de voces
En el auditorio universitario del UTEC, en Lima, poetas de más de 17 países se miraban unos a otros, con una mirada que dejaba ver esa ilusión que sentimos quienes salimos de nuestros territorios esperando que la poesía pueda hacer algo por nuestros países. Quienes intentamos que la literatura nos deje, no levantar puentes en sí misma, sino mostrar su existencia como puntos de encuentro disponibles más allá de gobiernos autoritarios o de conflictos políticos donde nuestras y nuestros amigos luchan y sufren, en muchos casos, censura y hasta persecución política.
Durante la recepción del premio Poeta de América, Luis García Montero también leyó un poema que escribió para su madre, donde mencionó que en “los años ochenta yo participé en todo el deseo desde la literatura de transformación social contra el machismo que imperaba en España y quería que las mujeres no tuviesen el destino que tuvo mi madre, que se casó y tuvo que dejar la carrera para educar a seis hijos, uno detrás de otro, renunciando a su propia vida.”
La delegación poética que representó a España durante el festival, propuesta por el Instituto Cervantes, llegó con tres voces que parecían cargar en sus maletas algo más que libros y acentos. Las poetas Silvia Penas, Mónica Velasco y Leire Bilbao trajeron consigo el pulso de la lucha del idioma en su país. Galicia, Salamanca, Vizcaya: tres orígenes que en la boca suenan como tres maneras de nombrar la distancia.
Las poetas cruzaron el océano no sólo para leer en este país de América, sino para recordar que el español no es una sola patria, sino un archipiélago de voces que se rozan y se contradicen. Esta decisión no debería ser leída como una casualidad.
Habremos de notar que las poetas que integraron la delegación de España tienen algo más en común que la lucha de su idioma: el género. La lucha feminista durante las útimas décadas ha iniciado conversaciones fundamentales sobre el uso del género en el habla, trascendiendo idiomas. El lenguaje inclusivo es hoy en día un eje político que atraviesa las discusiones literarias.
Para quienes estábamos sentados en las butacas, escuchando estas palabras, fue claro que la presunción de una poética establecida no puede ser indiferente ni carente de una perspectiva ética que disponga el lugar desde donde un autor o autora le habla al mundo. El idioma, como el tarot, presupone un territorio de pasado común y de puntos disponibles de encuentro y reconocimiento. Una sensación de esperanza imperó en la sala donde nos encontrábamos no sólo poetas de diversos países de habla hispana sino de todas las generaciones.
Dentro de las preocupaciones de Luis García Montero se encuentra una perspectiva inclusiva y con valores de izquierda, una perspectiva que busca contemplar la dimensión de una trinchera más grande que un país y más amplia que su continente.
La presunción de la necesidad ética en la literatura y en las instituciones del español está presente en la conversación de Luis García Montero y también en su obra. Este es un fragmento de “Un idioma” que ejemplifica estas ideas revolucionarias en las instituciones –en España y América– que gobiernan nuestro idioma.
El idioma, según nos explicaron,
salió del mundo hacia otro mundo,
y regresó con voces de leyenda.
Oigo el vuelo del cóndor en sus sílabas.
Pasa el viento, reúne
los nombres y el olvido,
no respeta el puñal de los kilómetros.
Naciendo de sus muertes y de sus lejanías,
reconoció los puntos cardinales,
comprendió los rumores
de las plazas usadas por la gente,
encontró la violeta del rincón apartado
para que yo viviese
en las calles de Borges y Neruda,
entre Machado y Juan Ramón Jiménez.
La lluvia, que no corta,
pero oxida los filos de una espada,
cayó también sobre el pasado,
como aprendiendo a hablar
en las hojas del bosque.
Oigo una voz,
recuerdo aquellos mapas de colegio.
Más constantes que el odio y la avaricia,
más fuertes que el rencor y las prisiones,
más heroicas que el sueño de un ejército,
más flexibles que el mar,
han sido las palabras.
GSC / MMM