Política

Peor que toque de queda

  • Entre pares
  • Peor que toque de queda
  • Guillermo Colín

La drástica reducción de horario permitido al servicio público de transporte, que la autoridad impuso y no acaba de rectificar como lo ofreció, ha impuesto de facto un estado de sitio virtual para muchísimas personas en el área metropolitana de Monterrey que deben realizar traslados por trabajo u otros motivos.

Los pasajeros fueron súbitas víctimas de un oportunismo político, a manos de una claque con semblante de dictadura médica que, sin más, decretó la medida en el contexto de la contingencia por el coronavirus, pese a lo cual los muertos que buscan explotar no rebasan por ahora ni 20, cifra cercana a la que en cualquier fin de semana sucede en Monterrey, entre accidentes y ejecuciones.

La medida provocó lo opuesto a lo pretendido, ya que los pocos periodos en los que hubo Metro y autobuses funcionando, se vieron atiborrados de personas buscando llegar a sus empleos, haciendo trizas lo logrado con el plan Susana distancia. Quedará para responsables que propiciaron este desastre sanitario de multitudes agolpadas, como el secretario de Salud de NL, doctor De la O, determinar el número de infecciones que ahí debió haber tomado lugar, por su pretensión fatal de jugar al aprendiz de brujo epidémico sin base científica alguna.

A posteriori, el trágico desaguisado quiso ser justificado por el gobernador Jaime Rodríguez, que aceptó que “tal vez” se habían equivocado, cuando hasta un menor con sentido común lo sabría de antemano. El doctor De la O, en conferencia de prensa, habló de unos coreanos a los que se hizo caso en sus recomendaciones. Pero ¿qué coreanos? ¿Quiénes son y qué credenciales epidemiológicas tienen? Y ¿desde cuándo el gobierno de NL basa sus políticas de salud en lo que “los coreanos” dicen por encima de la máxima autoridad sanitaria mexicana? De la O presumiblemente ni ha escuchado hablar del doctor Pérez-Gattel o de las políticas federales que se han implantado, a las que bastaría sincronizarse con ellas para homologar un frente común con la pandemia.

El talante improvisado, carente de todo pensamiento científico, de este funcionario (¿de mediocridad médica?) queda revelado en su pasmosa afirmación de cómo habían llegado a la catastrófica decisión de casi suspender el servicio de transporte público. Dijo: “Nos dimos cuenta que había mucha gente que viajaba de paseo o para ir a ver a su abuelita”. Así, con esta percepción absolutamente empírica y sin validez científica alguna, llegaron a la conclusión de que había que parar el autotransporte público en Nuevo León. Un amplio sector de la opinión pública opina que si por De la O dependiera, dejaba encerrada a la población regiomontana varios meses más, en el anunciado dogma monolítico que profesa, sobre una supuesta preservación de la salud pública sin matices por encima de cualquier otra consideración económica, cívica, ética, moral o de cualquier otra índole. Que se salven aunque mueran de hambre, tal vez sería su consigna.

La desfachatez estatal para dictar las medidas más disparatadas cundió en consecuencia. Alcaldes de varios municipios, como el de San Pedro, encontraron irresistible la tentación de ejercer poder absoluto sobre las personas de un territorio determinado y aterrorizarlas incluso con el uso de la fuerza pública para hacer que las poblaciones de su demarcación y hasta del extranjero, se avinieran a sus atrabiliarias medidas, dictadas desde la ignorancia en la materia y el autoritarismo sin límites.

Se crearon así en NL territorios de excepción donde la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dejó (y sigue dejando) de tener vigencia. Ninguna garantía individual quedó en pie para proteger a los nuevoleoneses de los abusos indiscriminados del poder se supone que con el beneplácito implícito del gobernador y del Congreso, al que no pudo importarle menos lo que sucedía en el estado.

De esta manera proliferaron émulos de dictadorzuelos que se sintieron con ínfulas hasta para llamar a gobernadores vecinos para coordinar sus acciones represivas con las de ellos. Fue el caso del alcalde de Sabinas Hidalgo, quien hasta se envistió de policía aduanal y agente de migración: “…a partir de unos minutos más ya no estaremos permitiendo que ciudadanos de EU puedan venir a nuestro municipio”. Más tarde extendería la prohibición a todo sabinense de vacaciones para ver a sus familias y recogió a su corralón cualquier vehículo circulando con placas americanas.

En el colmo de la veda de Sabinas a todo mexicano o extranjero, las camionetas de los servicios de mensajería deben estacionarse a la orilla de la rúa federal de cuota a Laredo en espera de que lleguen los sabinenses a recoger sus paquetes, porque DHL, Estafeta, UPS, Red Pack, y otros tienen prohibido el ingreso. Y en Allende una mujer murió infartada a consecuencia de una persecución policiaca que llevó a policías municipales a allanar un domicilio comercial.

(Próxima semana: el tratamiento del Dr. Sanmiguel)

gcolin@mail.com

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