Política

Las dictaduras sanitarias de ‘El Bronco’ y de Miguel Treviño

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  • Las dictaduras sanitarias de ‘El Bronco’ y de Miguel Treviño
  • Guillermo Colín

El opaco e impresentable gobernador de NL, con pasado electoral delincuencial, tanto como el arrogante alcalde de San Pedro que autoritario corta toda deliberación democrática en su Cabildo con un “suficientemente discutido”, comparten una obsesiva vocación represora contra los ciudadanos, disfrazada de celo por cumplir el cargo. Ahora en la pandemia del covid-19 hallan ruta para su disimulada perversión social.

En ella, el gobernador Jaime Rodríguez, quien alguna vez aparte de sugerir penalizar ladrones cortándoles las manos, llegó a recomendar la violencia doméstica a maestros y padres de familia contra adolescentes (“unos chanclazos bien dados”) para corregirles alguna mala conducta, ya lleva mil 437 millones de pesos ocultos en gasto durante la contingencia pandémica.

Sin embargo, su también perverso secretario De la O (el que quería atiborrar la Macroplaza de tráileres refrigerados con cadáveres covid-19 como “escarmiento” a los ciudadanos) desconoce fármacos como la Ivermectina (de uso corriente en el Issste de Hermosillo por ejemplo) que podrían salvar 100% a los que hoy están muriendo en NL mientras de manera criminal sigue apoyando la importación de invisibles respiradores artificiales a precios exorbitantes.

La diferencia es que la Ivermectina de efectividad total cuesta 127 pesos en la farmacia. El respirador puede valer medio millón de pesos o mucho más. Y aparte las muertes provocadas dejan pingües ganancias compartidas con el control mediático del sensacionalismo por muchos patrocinadores en la feria de los buitres del rating.

El alcalde de San Pedro abriga la misma malsana obsesión que lo lleva a asumirse como talibán guardián de la salud pública en su municipio.

Ambos, crasos ignorantes de los pormenores de la pandemia covid-19 inventan ociosamente y a falta de mejor actividad, restricciones ciudadanas disfrazadas de salvaguardas contra la infección dizque amparados oficiosamente en una OMS errática (basta recordar el ir y venir de su valoración sobre la Dexametasona y cómo el organismo se enredó en sus propias mentiras consentidas al afirmar que nunca había recomendado el confinamiento).

Manipulando el desconocimiento de la población al respecto, han hecho del cubrebocas un artilugio obligatorio que lejos de evitar mayores daños respiratorios los provoca, como por sentido común ha experimentado cualquiera que los haya usado más de dos o tres horas continuas.

Esto es así porque mediciones técnico-científicas con monitores de calidad del aire, tomadas dentro del área de que cubre el tapabocas, revelan que el oxígeno que respiran de ahí las personas que los usan, está muy por debajo del 19.5 por ciento, mínimo requerido de oxígeno por norma internacional para áreas de trabajo. Debajo de los tapabocas usuales, la gente respira 16.4 por ciento de oxígeno o menos, y la cantidad disminuye a medida que el material del cubrebocas es más denso que las telillas convencionales de que están hechos.

Lo peor es que no sirven para nada. Cuando mucho aminoran la expectoración ocasional de una tos o un estornudo, pero los virus que por cientos de miles entran y salen a través de los poros, lo hacen como Juan por su casa. Su diámetro es infinitamente menor al de los poros de la tela.

Los cubrebocas son placebos cuya utilidad es política y psicológica. Denotan sumisión al talibán de la salud que las exige (estatal o municipal) bajo la falsa premisa que inspiran confianza en la persona que los usa, haciéndola creer que está protegida. Te creo, confío mi salud en mi cubrebocas como en ti. Es un canje. Oro molido para cualquier político. Hasta al químico Molina, el Nobel mexicano, ya le pidieron científicos de toda Europa que borre sus trabajos recientes sobre el covid-19, pues encontraron tales errores en la metodología que utilizó que invalida sus conclusiones. Se trata de un falso debate sin sustento científico.

Además, el sedimento de terror social y la inmovilización que dejan es caldo de cultivo para toda tiranía de la salud de las que ya vienen: encarcelar a los que a sabiendas de haber contraído covid-19 salen a contagiar otros. ¿Y cómo sabrá o certificará la autoridad sanitaria que ése era el perverso y criminal propósito del inculpado, aparte de cómo se demostrará que sí sabía de su infección?

Vienen a Monterrey, tan creída a ser pionera en todo, aberrantes aprehensiones en la vía pública en contra del cuerpo constitucional de las que algún día fueron nuestras garantías individuales. Redadas de amenazantes policías de salud en trajes de los llamados “espaciales”, lanzando redes a regiomontanos que se revuelven en ellas en las calles, antes que un potente dardo con somníferos los amanse y puedan echarlos arriba de una caja cerrada tipo pick up y llevárselos a donde no infecten a nadie, tal vez a incinerarlos de una vez.

Son los escenarios sociales perversos con los que presuntamente Jaime Rodríguez, Miguel Treviño y De la O se ensueñan.

gcolin@mail.com

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