El poema, afirmó Paul Valéry, es “el desarrollo de una exclamación”. Del conjunto de piezas breves escritas por Octavio Paz, desde “Tu nombre” o “Retórica” de Libertad bajo palabra hasta los numerosos haikús que pueblan Ladera este, elijo uno, reservorio de concentrada energía: “La exclamación”. En este poema son perceptibles una estética del movimiento, una puesta en marcha de los signos en rotación, una forma distinta de concebir el fenómeno creativo. El poema aparece en la franja central de Ladera este y su protagonista es el pájaro colibrí: el pájaro que bebe la sangre del sol (como nos recordó el mismo Paz en el homenaje a Alberti, tras el regreso del poeta gaditano a México) y que sobresale como metáfora de la palabra convocada en “Semillas para un himno” o fundido en los ojos de la amada en “Piedra de sol”: “el colibrí se quema en esas llamas”.
“La exclamación” es una sucinta escalera de seis peldaños:
Quieto
No en la rama
En el aire
No en el aire
En el instante
El colibrí
Algunos críticos han dicho que la exclamación refleja el movimiento del ánimo que advierte con azoro la presencia del colibrí al final del poema, pero el verso que corona la escalera no coincide siempre, como veremos, con la conclusión del texto.
La primera estrategia de lectura nos muestra al colibrí en un movimiento desrealizador: desde lo más concreto -la rama- hasta lo más abstracto -el instante-, y es posible elipsar las líneas intermedias y reducir el poema a sólo dos: “Quieto/ el colibrí”. Mas la segunda estrategia de lectura nos ofrece, de abajo hacia arriba, un movimiento inverso que va de lo más abstracto -el instante- a lo más concreto -la rama-:
El colibrí
En el instante
No en el aire
En el aire
No en la rama
Quieto
La tercera estrategia para leer este “cuasihaikú”, como le apodó Manuel Durán, consiste en leer el primer verso y todos los demás que no implican negación. Sin embargo, la poda de estos versos frustra la dialéctica que anima al poema, en el mismo sentido en que Paz vio, en Un coup de dés, un doble ritmo de contracción y expansión: “En su movimiento mismo, en su doble ritmo de contracción y expansión, de negación que se anula y se transforma en afirmación que duda de sí, el poema engendra sus sucesivas interpretaciones” (El arco y la lira, p. 273). A la oscilación entre el sí (implícito) y el no (explícito) corresponde el movimiento pendular del negro y el blanco, de la palabra y el silencio:
Quieto
En el aire
En el instante
El colibrí
Lectura de la primera columna más el verso final.
La cuarta estrategia consiste en leer el primer verso y sólo aquellos que implican negación:
Quieto
No en la rama
No en el aire
El colibrí
Lectura diagonal o lectura de la segunda columna más el primer verso.
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