El poema es de Luis de Góngora y Argote. Su almendra temática es el carácter veleidoso de la Fortuna.
Así inicia: “Da bienes Fortuna/que no están escritos:/cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos”.
Estamos, como el José Juan Tablada del poema de Octavio Paz: “siempre en espera de lo inesperado”.
El poema prosigue:
“¡Cuan diversas sendas/se suelen seguir/en el repartir/honras y haciendas!/a unos da encomiendas,/a otros sambenitos/cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos”.
Esperas algo maravilloso y, de repente, sobreviene la desgracia. En la otra orilla: esperas algo desdichado y, de pronto, disfrutas una revelación benévola, gozas una epifanía.
El poema avanza: “A veces despoja/de choza y apero/al mejor cabrero,/y a quien se le antoja”.
Dicho por Julián Ríos: “con qué facilidad se pierde lo que más amamos”. El poema prolonga su marcha:
“La cabra más coja/pare dos cabritos./Cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos”.
De una situación aparentemente perdida (“la cabra más coja”) puedes recibir un triunfo inesperado (pare dos cabritos).
La estrofa final es contundente porque alude a la muerte ya lo injusto y absurdo que a veces es la vida humana:
“Porque en una aldea/un pobre mancebo/hurtó sólo un huevo/al sol bambolea,/y otro se pasea con cien mil delitos./Cuando pitos flautas,/cuando flautas pitos”: al sol bambolea, esto es, ahorcado.
Los ladrones de bolsillos –lo dijo Quevedo- están muertos o en las cárceles. Los estafadores multimillonarios andan sueltos (“con cien mil delitos”). ¡Ah! ¡Viva Góngora!.