Así como al movimiento popular de 1810, se le denomina Independencia; al de los años de 1857 a 1867, se le llama Reforma; y al de 1910, se le nombra Revolución; así también al estudiantil de 1968, se le conoce ya como “2 de octubre no se olvida”.
Se cumplen 54 años de ese movimiento iniciado por los estudiantes en julio; pero sin violencia, como sí la hubo en los tres primeros mencionados movimientos; y aplastado por el gobierno con armamento militar en la Plaza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968.
Las armas que utilizaron los estudiantes fueron sus ideas, las marchas, mítines, volanteo, perifoneo y asambleas garantizados en la Constitución, para manifestarse en contra de la represión policiaca y el autoritarismo del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, que coartaba todas las libertades, como las de expresión, reunión y libre tránsito; y en algunos de los cuales participó el que esto escribe, como estudiante de la UNAM.
Lo que más se quería con ese movimiento era hacer realidad la democracia, dándole mayor participación a la ciudadanía en la cosa pública, en la toma de decisiones de las políticas públicas que le atañían, y el respeto al ejercicio de los derechos sociales; pues a quienes intentaron hacerlo en 1958 y en 1959, los habían reprimido y encarcelado.
Una de las peticiones del 2 de octubre, eran la libertad del maestro Otón Salazar, y la de los ferrocarrileros Valentín Campa y Demetrio Vallejo, presos políticos desde esos años; acusados del delito de disolución social tipificado en los artículos 145 y 145 Bis del Código Penal, cuya derogación era otra de las peticiones; lo cual se logró con el movimiento.
Este delito se imputaba a cualquier ciudadano disidente del gobierno que realizara algún paro o una huelga no autorizada por él, como fueron la de los maestros y ferrocarrileros.
Gracias a ese 2 de octubre, México vive hoy en un clima de respeto a todas las libertades sociales, políticas y democráticas; pues no hay absolutamente en todo el país un solo preso político, aunque sí hay políticos presos por delitos comunes; y tiene hoy como nunca un ejército de pueblo uniformado, que nada tiene que ver con el represor de Gustavo Díaz Ordaz, en 1968.