Política

Otro orden

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La violencia tendría que haber sido el único tema de la campaña. En una situación normal, el asesinato de un candidato, dos, habría sido bastante para que los partidos decidiesen de inmediato interrumpir la campaña —suspender la elección, posponerla hasta que se resolviera el homicidio, acordar un candidato único, cualquier cosa excepto dejar que esa muerte decidiera la competencia. No son dos, sino 35, más de 80 políticos en total. Y ya se puede decir que eso es lo normal, y la clase política apenas alcanza a decir que es una lástima.

No se ha resuelto ninguno de los asesinatos. En lugar de una explicación tenemos una frase: “crimen organizado” y, sin pensarlo, hacemos que sea equivalente a narcotráfico. Las notas de los periódicos, las declaraciones de los políticos pasan de la delincuencia al crimen, al narco, los cárteles, de modo que al final todo remite a la droga, y se supone que con eso basta para entender —son las rutas, las plazas, los cárteles. Algo más: el uso habitual ha hecho que “el crimen organizado” se convierta en un sujeto, y así se habla de lo que “el crimen” quiere, intenta o decide. 

A estas alturas, debería ser evidente que no es así. Eso que llamamos “crimen organizado” es un conjunto de prácticas producto de un orden social en que la violencia es un recurso frecuente, cotidiano, general, lo mismo para la explotación de una mina que para la tala de un bosque, la solución de una huelga, la organización de los mercados informales, el transporte urbano, o la elección del alcalde. Sin duda, hay también la droga, pero es el conjunto de un orden con sus jerarquías, con sus mecanismos de explotación, extracción de rentas, entreverado de muchas maneras con el otro orden, el de las leyes. En un reportaje, hace días, se decía que, por miedo, quienes huyen de Michoacán hablan solo de “gente armada”, y no del “narco”; en realidad, la expresión es mucho más exacta, y si la empleásemos habitualmente nos obligaríamos a hacer preguntas, en vez de suponer que están ya respondidas, porque se trata del “narco”.

Si nos dejamos de fantasías y preguntamos por esa gente armada, es obvio que no hay explicaciones, no hay un diagnóstico, mucho menos una estrategia de nada. Por inercia, aceptamos que el Ejército se haga cargo (el Ejército, la Marina o la GN, da lo mismo), pero no está claro lo que se puede esperar. Se dice con frecuencia que si no estuviesen las fuerzas armadas sería un desastre. Pero el hecho es que las fuerzas armadas están en ello desde hace 15 años, y es un desastre —con una cuenta ya de 300 mil muertos. Se habla también de atender las causas, en la idea de que es la pobreza, pero ni la Secretaría de Bienestar ni la de Economía tienen nada que decir sobre seguridad, no hay un diagnóstico más allá de las frases, ni la posibilidad de evaluar el éxito de ningún programa dedicado concretamente a eso: a las causas. Por otra parte, la información que tenemos, en México y en el resto del mundo, sugiere que la pobreza no es el factor determinante: los asesinos no son pobres, y sobre todo no se convierten en asesinos por ser pobres. 

Es otro orden social: necesitamos entenderlo.

Fernando Escalante Gonzalbo

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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