Algunos expertos han acuñado el acrónimo VUCA (en inglés), VICA en español, para definir los tiempos que corren. Estas letras significan “Volátil, incierto, complejo y ambiguo”.
Es cierto que vivimos un escenario mundial que está al revés, donde lo que antes funcionaba hoy se descoloca, los grandes aparatos que producían verdades, aunque quizá parciales, tales como la cultura, las religiones y la geopolítica mundial en ocasiones, hoy no son sino fragmentos de las ruinas del pasado que sólo provocan anhelos incumplidos y necesidades insatisfechas.
Ante esto, no sentimos desorientados y confundidos, esperando siempre un cambio brusco de dirección, una orden sin sentido o un gesto cambiante que no logramos descifrar. Vivir así es esquizofrénico.
Lo que nos hace falta, en buen medida, es un sentido de orientación, una dirección clara y bien fundamentada que tenga la fuerza y solidez necesaria para confiar en ella, al menos por un rato más largo que el instante que la contiene.
En alguien debe caber el sentido común, alguien tiene que ser cuerdo ante lo caótico del mundo que se nos presenta.
Necesitamos un líder, o dos, o tres, o más... líderes de a de veras, de los que marcan un antes y un después en la historia y de los que anteponen el diálogo por encima de la ofensa, la paz por encima del conflicto y la prudencia por arriba de la necedad.
Lo desolador del escenario mundial radica, en gran parte, en la ausencia de líderes que puedan ganarse la confianza de las personas y apaciguar los ánimos encendidos que amenazan con estallar por todas partes.
Nos hacen falta personas capaces no de mover masas sino de mover conciencias y que con su ejemplo y testimonio contagien la certeza de saber que, al menos, un día, estaremos mejor de como estamos hoy.
Hasta hace unos años, teníamos figuras importantes y fuertes que marcaban un vaivén armonioso aunque, alguna vez, no tan atinado. Estos eran líderes que guardaban la calma y no anteponían sus estilos frenéticos y amenazantes a la paz social. Porque un líder mundial jamás debe cavar más hondo en las heridas de la guerra y el terrorismo.
En la historia, hemos tenido líderes que han sabido privilegiar la paz y el buen entendimiento entre países: Desmond Tutu, Nelson Mandela, Mikhail Gorbavech, Theodore Roosevelt, Martin Luther King, Lech Walesa, por mencionar algunos. Hoy, ¿qué líderes tenemos? Valdría preguntarnos.
Ante lo “Volátil, incierto, complejo y ambiguo” del mundo de hoy, liderar con servicio, razón, sentido y verdad es un reto mayúsculo; sin embargo, ¡necesitamos líderes!
Los tiempos difíciles exigen respuestas urgentes y los desafíos requieren gestos valientes que generen discursos de pacificación, conciencia sobre el sin sentido de la guerra y del uso de armas nucleares, de la escalada de amenazas, que construyan mecanismos de justicia y reparación de los daños de las vidas lastimadas por la violencia.
De no empeñarse en encontrar o ser líderes como los que hoy necesitamos, la oscuridad del horror seguirá tiñendo de sangre nuestras vidas y seguiremos caminando en círculos, sin avanzar y sin resolver.
No estamos condenados a la destrucción, ni a la autodestrucción pero necesitamos voces valientes que emerjan de las cenizas y recuerden, una vez más, que el mundo tiene un sentido y, las personas un propósito.
La ausencia de líderes deja como herencia cómplices y verdugos. Ya lo hemos vivido, ya conocemos ese camino y hemos visto a dónde conduce. Estamos ávidos por seguir e imitar a alguien, ¿quién será ese líder mundial?