Cada año, la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) convoca a cientos de miles de personas para transformar una ciudad en un hervidero de ideas, letras, voces y emociones.
Para el mundo de la cultura, este evento tiene una relevancia inmensa: no sólo reúne a lectores, escritores y editoriales, sino que articula un espacio donde la sociedad entera —desde jóvenes curiosos hasta lectores consagrados— puede reconocerse, dialogar y redescubrir el poder de la palabra. Cada año, la Feria recibe casi un millón de visitantes; lo que le ha valido su relevancia como un foro nacional e internacional de gran envergadura.
Para muchos escritores, es un encuentro soñado: la oportunidad de ver sus libros en manos de lectores nuevos, compartir en mesas de debate, conectar con pares y vivir la energía de un público hambriento de historias.
Para los lectores, es un paraíso anhelado: un mar de estanterías, encuentros, firmas, presentaciones, debates —un buffet interminable de ideas.
Para las casas editoriales, la FIL representa la gran vitrina: la ocasión de descubrir nuevas voces, talentos emergentes, traducir autores, editar a inéditos, detectar tendencias. En suma, la FIL es un microcosmos cultural que articula producción, difusión, consumo y admiración de la literatura.
Lo que convierte a la FIL en un evento irresistible es su amplitud: abarca todos los géneros literarios. Allí conviven novelas, relatos, ensayos, cuentos; pero también cómic, novela gráfica, literatura infantil y juvenil, ensayo académico, no ficción, periodismo literario, poesía, y más. De igual modo, se dirige a todos los públicos: lo mismo los adultos que los niños y los jóvenes, encuentran en ella una historia con la que identificarse y una más que compartir.
Así, un lector puede entrar fascinado por una novela histórica y salir con una novela gráfica, asistir a la presentación de ensayo político, participar en un taller infantil o descubrir una nueva generación de poetas latinoamericanos. Esa riqueza demuestra que la literatura no es monolítica: se ramifica, se entrelaza, dialoga. Y la FIL es el escenario donde esas ramificaciones se encuentran.
Para las editoriales y agentes culturales, la diversidad de géneros significa también una oportunidad de innovación: detectar tendencias, apostar por nuevos formatos, abrir nichos. Para la sociedad, representa inclusión: no importa la edad, el gusto o el origen; siempre hay algo que puede resonar, inspirar o transformar.
La edición 2025 de la FIL tiene como ciudad invitada de honor a Barcelona, bajo el lema Vindran les flors /“Vendrán las flores”. Esa frase, tomada de un cuento de la escritora catalana Mercè Rodoreda, no es un mero adorno: resume una intención simbólica profunda. La metáfora de las flores sugiere renovación. La literatura entonces, como las flores, nace y renace con cada palabra y con cada sueño que se materializa en una obra. En este sentido, la literatura brinda esperanza.
Además, la elección de Barcelona subraya su papel histórico y contemporáneo como capital editorial que conglomera culturas y funge como lugar de acogida a múltiples exilios y diásporas de tantos y tantos autores que encuentran en ella la inspiración perfecta para darle forma a su propia historia.
Así, el viejo mundo se encuentra con el nuevo y dan vida a nuevas voces sin olvidar la memoria como vehículo por donde la historia se mueve.
Entre los autores más esperados de esta edición, figuró Javier Cercas, con su obra El loco de Dios en el fin del mundo —una novela sin ficción que narra su experiencia acompañando al Papa Francisco en su viaje por Mongolia en 2023. En ese libro, Cercas explora, con honestidad y valentía, las preguntas más profundas: la fe, la resurrección, la esperanza, el sentido de lo trascendente.
Durante la feria, la presentación mencionada generó expectación, debate e interrogantes: ¿puede un escritor ateo adentrarse en lo sagrado sin traicionarse? ¿Qué peso tiene una figura religiosa en nuestro mundo contemporáneo? Las reflexiones de Cercas, su honestidad alejada de toda pretensión, nos recuerdan que la literatura no es sólo entretenimiento: puede ser una puerta hacia la introspección, la crítica, la transformación; tocando las fibras más sensibles de cada persona.
Pero la FIL 2025 también fue espacio para honrar legados. En su programa barcelonés, hubo reconocimiento hacia la tradición literaria catalana, a sus exilios, su historia, su memoria —y en ese contexto se evoca inevitablemente al Carlos Ruiz Zafón, autor catalán que creó un universo literario propio, ambientado en una Barcelona de atmósferas únicas, misterios y pasiones. Aunque no fue protagonista directo del programa de 2025, su legado —el de alguien que convirtió a Barcelona en un escenario literario universal— resuena en cada flor, en cada libro, en cada lector que regresa al cementerio de los libros olvidados.
La FIL Guadalajara 2025 demuestra, un año más, por qué sigue siendo el evento cultural más importante de Iberoamérica. No es sólo una feria de libros: es un espacio de convergencia, diálogo, memoria y esperanza.
Por ello, mientras miles caminan por los pabellones, recorren estanterías, asisten a charlas, firman ejemplares, discuten ideas o simplemente se dejan tocar por una frase, somos testigos de algo profundo: de la vida transformada por la lectura, de la cultura como puente, de las letras como mundo sin fronteras.
La FIL 2025 lo dejó claro una vez más: mientras existan lectores capaces de soñar y escritores dispuestos a decir lo indecible, la capacidad humana de crear mundos será siempre infinita.