Cultura

Un voto por lo orwelliano

Quizá uno de los mayores testimonios del impacto profundo de la obra de algún escritor o escritora es cuando deriva en su propio adjetivo, como sucede con lo kafkiano, lo quijotesco, decir que algo es un Frankenstein, etcétera. O, igualmente, cuando algún rasgo de la obra adquiere un peso determinado en la cultura masiva, incluso al grado de que no necesariamente se sepa de dónde es que proviene algún símbolo en particular.

Ahora que este año se cumplieron 75 años de la muerte de George Orwell, es posible afirmar que su figura y obra cumplen con ambos criterios. Con el ascenso en los últimos años de fenómenos políticos extremos, fuertemente basados en los discursos de odio y la generación de histeria colectiva, el término orwelliano ha pasado a ser de uso corriente en el vocabulario político. E incluso 1984 se disparó en Estados Unidos al primer lugar de ventas tras el primer triunfo electoral de Donald Trump, pues posiblemente pocos libros explican mejor varios de los rasgos más relevantes de su ascenso, en especial en esta versión reloaded, acaso más demencial y furibunda que la primera encarnación. Asimismo, el programa Big Brother o Gran Hermano forma parte innegable de la cultura de masas contemporánea, en donde es ya un lugar común seguir las andanzas de un grupo de personas (en ocasiones famosas) encerradas en una casa vigilada las veinticuatro horas del día por innumerables cámaras dispuestas en el entorno. O está también el hecho de que David Bowie, Radiohead, los Manic Street Preachers, Rage Against the Machine y varias bandas más han dedicado canciones a 1984.

Y en lo que parecerían dos comentarios irónicamente orwellianos al impacto masivo de su obra, el comercial de Apple lanzado durante el Super Bowl en el año 1984 es considerado uno de los más relevantes de todos los tiempos (¿quién diría que la rebelión contra el Gran Hermano que nos vigila vendría a partir de comprar una computadora personal?). Y en estos tiempos en que la censura y la cancelación son monedas de uso tan corriente que indudablemente el miedo forma parte esencial del proceso de creación intelectual o artística, en 2022 se lanzaron advertencias contra la lectura de 1984 en universidades de Reino Unido, puesto que “aborda temas desafiantes relacionados con la violencia, el género, la sexualidad, la clase, la raza, los abusos, el abuso sexual, las ideas políticas y lenguaje ofensivo”. Ni el propio Winston Smith, protagonista de 1984 que trabaja en el Ministerio de la Verdad, escribiendo y reescribiendo la historia para que se adecúe a los designios del Partido en el poder, podría haber escrito una mejor advertencia en contra de la lectura de la obra de la que él forma parte.

Así que ahora que el año entra en su recta final y diccionarios anglosajones deliberarán sobre qué palabra representa mejor lo sucedido en el año (en 2024 el diccionario Merriam-Webster votó por “polarización” y el de Oxford University Press por brain rot [podredumbre mental]) podría ser buen momento para consolidar formalmente el adjetivo “orwelliano” y darle su lugar en el diccionario, ingresando con bombo y platillo como palabra del año. Quizá para también con ello desvincular un tanto lo orwelliano como advertencia contra los distintos totalitarismos y más bien vincularlo con arquetipos delineados en lo referente a la capacidad de torcer el propio pensamiento hasta prácticamente bordear la esquizofrenia, o la voluntad de incidir en el pensamiento a través del control del lenguaje, o el hábito mental gregario que etiquetó como nacionalismo, fenómenos que parecieran irse renovando para encajar de nuevas formas en los moldes delineados por Orwell desde hace varias décadas.


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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
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