Cultura

Los sueños de Pepe Gordon

Desde hace mucho tiempo Pepe Gordon se ha movido entre una frontera en la que se cruzan ciencia, literatura, arte y pensamiento, en donde el rigor científico no es ningún obstáculo para el despliegue de la imaginación, y ésta a su vez encuentra un terreno muy fértil en la ciencia y sus paradojas. Acaso podría decirse que para un escritor y pensador como Pepe Gordon el mundo material y el mundo del espíritu cuentan con la misma solidez, y que se mueve con igual soltura sobre todo por los intersticios en donde se trazan vasos comunicantes entre lo que parecieran dos planos de realidad, visible para mentes y almas eruditas y lúdicas a partes iguales, como sin duda es su caso.

Por eso no sorprende que su más reciente novela, Los sueños de Patanjali, sea una obra sumamente singular, ajena a la enorme mayoría de la actual producción literaria, quizá más bien situada dentro de lo que Roberto Calasso —quien es un referente explícito que aparece en el epígrafe (“Hubo un tiempo cuando los dioses no eran únicamente un cliché literario”)— llamó “libros únicos”, para denotar aquellos libros fruto de una experiencia particular que le había sucedido al autor, de la cual la obra era una especie de consecuencia derivada. En este caso el protagonista, Juan José Marina, con experiencia en neuropsiquiatría clínica, se pregunta hasta dónde los escapes de la mente de la realidad se deben a un trastorno, o hasta dónde es posible acceder a distintos órdenes espirituales, cuando un día por ¿azar? se topa con una charla impartida por un sabio de la India, que lo inicia en la leyenda del también sabio Patanjali. A partir de ahí se adentrará por un agujero con ecos del legendario agujero de conejo mediante el cual Alicia emerge hacia una realidad rigurosamente delirante, sólo que en el caso de Marina, que se adivina funciona como trasunto del propio Gordon, las realidades paralelas le permiten habitar episodios de la mente de Yeats, Eliade, Borges o Gustav Meyrink.

Los sueños de Patanjali recuerda a aquella tribu citada por Elias Canetti, para quienes el sueño era la realidad y la realidad el sueño, pues a través del concepto de Gran Memoria, inscrito en la tradición del inconsciente colectivo de Jung, se entra y se sale de la vida y recuerdos de otras personas (“¿Y si me pongo la máscara de Yeats? ¿Se me podrían abrir sus recuerdos? ¿Podría navegar en instantes que parecían perdidos para siempre?”), un poco en la misma sintonía de las películas de David Lynch, en donde no se sabe si los sueños son premonitorios, o es simplemente que ofrecen claves de la realidad en desarrollo para quienes estén sintonizados para aprender a descifrarlos.

Así que mientras se va desentrañando el nudo de misterio que conduce la trama de Los sueños de Patanjali, se puede también leer en todo momento en una de sus múltiples claves metafóricas. Y ya simplemente con las distintas capas de realidades neurológicas (como la de la mujer que veía todo por duplicado y para saber cuál era la versión real daba órdenes en su mente y aquella que obedecía era necesariamente la ficticia), espirituales, filosóficas y literarias que contiene lo que también se puede leer en clave de novela detectivesca de orden un tanto metafísico, constatamos como mínimo el inmenso poder que contiene la literatura para trascender los confines de lo que comúnmente se entiende por realidad. Y permitirnos en este caso transitar de un plano a otro, en unas coordenadas de espacio-tiempo literario creadas por Pepe Gordon, de las cuales emergemos siendo otros, parecidos pero no idénticos a aquella versión de uno mismo que tuvo la fortuna de adentrarse en las páginas de esta singular y delirante novela.


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Eduardo Rabasa
  • Eduardo Rabasa
  • osmodiarlampio@gmail.com
  • Escritor, traductor y editor, es el director fundador de la editorial Sexto Piso, autor de la novela La suma de los ceros. Publica todos los martes su columna Intersticios.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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