Uruapan, Michoacán.- El avión despegó alrededor de la una de la tarde del 30 de noviembre de 1988 con cuatro tripulantes: el piloto Guillermo Cuahonte, al frente del lado izquierdo, y su copiloto, Pedro Espinoza Hurtado, del lado derecho; atrás iban los pasajeros Adriana Stanton, del lado derecho y, del lado izquierdo, el espía Amiram Nir, aunque usando una de sus identidades encubiertas: Patrick Weber.
Al poco tiempo de haberse estabilizado, la aeronave cruzó el lago Zirahuén. Amiram se deslumbró con la belleza del imponente lugar de aguas profundas, rodeado por trojes y le pidió a Cuahonte que diera una vuelta al Cessna para hacer unas fotografías del sitio.
Nir intercambió su lugar con Stanton para encontrar el ángulo que quería y comenzó a disparar el obturador de su cámara. Después de que Cuahonte hizo la maniobra de cruzar el Zirahuén de nuevo, el copiloto Espinoza Hurtado reportó el vuelo a la torre de control de Morelia, sin novedad alguna.
La explosión
Minutos después, cuando ya habían retomado su itinerario a Ciudad de México y empezaban a sobrevolar la zona donde migran cada año miles de mariposas Monarca, Cuahonte escuchó una explosión y vio que el parabrisas se llenaba de aceite.
El piloto empezó a buscar dónde hacer un aterrizaje forzoso, tras ver cómo caían las revoluciones de la máquina y la presión del aceite. Mientras buscaba dónde aterrizar, el copiloto Espinoza le informaba que estaban cayendo a 2 mil pies por minuto. Cuahonte calculó que si iba a 12 mil pies de altura, en seis minutos iba estar en tierra. Tenía cuatro o cinco minutos para encontrar dónde aterrizar.
Una vez que empezó a planear el avión, consiguió meterlo en una parcela ya cosechada de maíz donde quedaban las puras varas. Al acercarse a tierra, el Cessna iba tumbando algunas varas pero el único vado que había estaba disimulado, por lo que el avión se impactó y dio un giro abrupto, quedando en posición vertical, como si se hubiera enterrado con la punta de la nave. Espinoza Hurtado murió al instante: su cabeza se estrelló contra el tablero.
“Ahí te lo traen, mija”
Alicia Baca, vecina de Libertad, un rancho de Agostitlán, estaba en su choza y oyó primero con extrañeza el zumbido de la aeronave, pero se paró de su lugar ante el estruendo que causó el impacto de la lámina con la tierra.
Para cuando Alicia llegó al lugar, propiedad del terrateniente Fidel Garfias, ubicado a cuatro kilómetros de su casa, ya había un montón de lugareños ahí. Solo alcanzó a ver que un ranchero llamado Jaime cargaba en sus brazos a una hermosa mujer que iba bastante lastimada de la cara y aún tenía puestos unos zapatos negros de charol. La mujer parecía inconsciente, pero por un momento reaccionó y preguntó al ranchero dónde estaba su bolso, a lo que éste le respondió cariñosamente: “Ahí te lo traen, mija, tranquila”. La mujer era Adriana Stanton.
Stanton fue cargada a lo largo de parcela y luego subida a un coche que había conseguido Rogelio Marín, jefe de tenencia de Agostitlán, en cuanto se enteró que había caído una avioneta en las afueras del casco principal del pueblo.
Muerte sospechosa
Los otros dos heridos, que también fueron sacados de la aeronave y cargados entre el monte, eran Guillermo Cuahonte y Amiram Nir. Pedro Espinoza había muerto al instante del golpe. Marín le pidió a un ranchero llamado Miguel Padilla que custodiara los restos de la avioneta hasta que llegara el Ministerio Público y los propietarios de la misma.
Stanton, Cuahonte y Nir, heridos, fueron llevados a la pequeña clínica de Agostitlán atendida por médicos que hacían su pasantía profesional, donde permanecieron dos días, hasta que fueron trasladados: Stanton al hospital Español y Cuahonte, al del Seguro Social, de Morelia.
Por su parte, de manera sorpresiva para los pobladores que estuvieron en el lugar del accidente, Nir fue llevado a la morgue de Morelia, pese a que había estado con vida después de la caída del avión, las autoridades lo reportaron como fallecido.
Algunos de los pobladores locales recordaron el rumor que recorría aquellos años: el de que “policías” vestidos de civil llegados de Ciudad de México habían rematado en el hospital a Nir. Hasta el día de hoy, no existían en Agostitlán registro oficial de la causa de su deceso. Una fuente policiaca de Michoacán me confirmó la presencia en el lugar de agentes de la Dirección Federal de Seguridad, organismo que al año siguiente desaparecería.
Publicaciones especializadas en el mundo del espionaje israelíe especularon después que el destino final de aquel vuelo de Amiram Nir era un lugar fuera de México, donde se entrevistaría con un contacto, al cual revelaría su testimonio sobre la participación del entonces ya presidente de Estados Unidos, George Bush, en el caso Irán-Contra.
Ese contacto era el legendario periodista que destapó el caso del Watergate en Estados Unidos: Bob Woodward.
(CONTINUARÁ…)