Marcelo Ebrard ha dado un paso al frente en las acciones para ser el candidato de Morena a la Presidencia en 2024.
Hace unas semanas constituyó un grupo de apoyo y promoción público que encabeza la senadora Malú Micher, mientras que sus dos adversarios, Claudia Sheinbaum y Adán Augusto López, siguen operando como si ellos no lo tuvieran (claro que lo tienen).
Ebrard, en desventaja por su encargo, se ha convertido en el canciller que se la pasa en varias regiones de México quién sabe qué haciendo más allá de tomarse fotos que lo hagan parecer cercano a la gente y que conoce el país. La jefa de Gobierno y el secretario de Gobernación podrán siempre justificar de mejor manera esas fotos y esos viajes.
Como consignó MILENIO ayer en su primera plana, Ebrard y su equipo han comenzado a subir el volumen. La senadora Micher planteó dos temas, el primero con el carácter de los eventos de los adversarios: “Vemos con preocupación que se han desplegado acciones de promoción personal que implican el uso de recursos materiales y humanos que no solamente atentan contra la equidad del proceso, sino que llegan a ser potenciales ilegalidades”. Supongo que escuchar un bolero en un parque en Chiapa de Corzo para tomarse la foto no es eso…
Más trascendente, comenzó a negociar públicamente el método con el que se llevará a cabo la encuesta para definir el candidato, proponiendo “que cada aspirante deberá proponer una encuestadora y asimismo que se decida de mutuo acuerdo la empresa independiente que supervise los trabajos”. Hasta hoy es Morena quien ha decidido quién y cómo se encuesta. Mario Delgado tuvo que empezar ayer a pedir “diálogo” entre los aspirantes.
Marcelo puede presionar porque las corcholatas tienen que ser tres hasta el último momento. Lo sabe el Presidente y lo sabe Ebrard. Una lección clave de estos procesos de destape la consignó Jorge G. Castañeda en su libro La Herencia. Es de Adolfo Ruiz Cortines contada por Rafael Moreno Valle.
“El presidente no puede tener ni más de tres candidatos ni menos de tres. Si son dos y se inclina por uno desde el principio, la jauría lo hace pedazos y llega muy lastimado. Además, si el predestinado se enferma o tiene un escándalo, hay que echar mano de otro. Y éste se va a creer o plato de segunda mesa o que llegó por sí mismo y los demás van a pensar que el presidente se equivocó. Pero nunca en número superior a tres. Los demás son relleno para que se repartan los trancazos”.
@puigcarlos